Sobre el Código da Vinci
Juan de Orellana en Libertad Digital, nos expone una forma de actuar ante el estreno de El Código da Vinci. No podemos por menos de coincidir. Es lo que hemos defendido desde aquí muchas veces.
BOICOTEAR O NO BOICOTEAR
Las inquietudes de El código Da Vinci
Por Juan Orellana
Hay que partir de un hecho. Nos guste o no, la película va a ser un éxito. Su calidad será mayor o menor, pero conquistará el número uno de taquilla como mínimo una semana. Si al volumen de libros vendidos añadimos la impecable maquinaria de marketing de Sony es imposible que la película no funcione. Digo esto porque plantearse, como han hecho algunos, una especie de boicoteo comercial al film, es algo tan abocado al fracaso como absurdo.
Tampoco parece apropiado rasgarse las vestiduras, hacer denuncias y movilizaciones apoyándose en el mismo derecho que tienen los musulmanes a defenderse de quienes dibujan caricaturas del profeta. Sin duda es una vía lícita, emocionalmente magnificable al ver la diferencia de trato que se da a los cristianos frente a los seguidores de Mahoma. Sin embargo, no parece que esta estrategia dé buenos resultados. Por un lado, quedaría claro que se trata de una acción minoritaria, y se interpretaría como expresión de un reducto radical de fanáticos, condición que rápidamente se aplicaría a la Iglesia en su conjunto. En los tiempos que corren, esa legítima defensa se convertiría en un argumento a favor de los que consideran a la Iglesia como una institución pre-democrática e intolerante, y mucha gente sencilla y manipulada acabaría pensando que si los católicos se ponen tan nerviosos será porque lo que dice el film es verdad. Así es la época que nos ha tocado vivir.
Más bien, lo que parece inteligente es darle a la película el mismo estatuto que le damos a X-Men o Lara Croft. Es decir, por un lado entenderla como una cinta de aventuras, y por otro, desde el punto de vista de sus referentes, considerarla una estupidez. Si en X-Men sale un personaje llamado Lobezno, que tienes las características de lo propio, pues cuando veamos a ese monje embozado y siniestro a las órdenes de un Obispo del Opus Dei, nos reiremos y diremos: ¡Qué ridiculez! Si la película es entretenida –y seguramente lo será–, pensaremos que qué lástima que siendo tan amena esté tan llena de bobadas que te hacen reír y te sacan de la historia. Dicho de otra forma, considerar las majaderías como lo que son, un lastre para la propia película. Así, lejos de comportarnos como fanáticos, nos convertimos en cinéfilos exigentes. Esto en la calle. En los foros culturales es otra cosa. Manteniendo la misma línea de moderación, habrá que desmontar uno a uno, con argumentos históricos y teológicos, los dislates de esa broma pueril que es El código Da Vinci. Y hagamos esto sólo lo estrictamente necesario. Hablar mucho de una película es el mejor marketing. Y si quieren promoción, que nos paguen.
Las inquietudes de El código Da Vinci
Por Juan Orellana
Hay que partir de un hecho. Nos guste o no, la película va a ser un éxito. Su calidad será mayor o menor, pero conquistará el número uno de taquilla como mínimo una semana. Si al volumen de libros vendidos añadimos la impecable maquinaria de marketing de Sony es imposible que la película no funcione. Digo esto porque plantearse, como han hecho algunos, una especie de boicoteo comercial al film, es algo tan abocado al fracaso como absurdo.
Tampoco parece apropiado rasgarse las vestiduras, hacer denuncias y movilizaciones apoyándose en el mismo derecho que tienen los musulmanes a defenderse de quienes dibujan caricaturas del profeta. Sin duda es una vía lícita, emocionalmente magnificable al ver la diferencia de trato que se da a los cristianos frente a los seguidores de Mahoma. Sin embargo, no parece que esta estrategia dé buenos resultados. Por un lado, quedaría claro que se trata de una acción minoritaria, y se interpretaría como expresión de un reducto radical de fanáticos, condición que rápidamente se aplicaría a la Iglesia en su conjunto. En los tiempos que corren, esa legítima defensa se convertiría en un argumento a favor de los que consideran a la Iglesia como una institución pre-democrática e intolerante, y mucha gente sencilla y manipulada acabaría pensando que si los católicos se ponen tan nerviosos será porque lo que dice el film es verdad. Así es la época que nos ha tocado vivir.
Más bien, lo que parece inteligente es darle a la película el mismo estatuto que le damos a X-Men o Lara Croft. Es decir, por un lado entenderla como una cinta de aventuras, y por otro, desde el punto de vista de sus referentes, considerarla una estupidez. Si en X-Men sale un personaje llamado Lobezno, que tienes las características de lo propio, pues cuando veamos a ese monje embozado y siniestro a las órdenes de un Obispo del Opus Dei, nos reiremos y diremos: ¡Qué ridiculez! Si la película es entretenida –y seguramente lo será–, pensaremos que qué lástima que siendo tan amena esté tan llena de bobadas que te hacen reír y te sacan de la historia. Dicho de otra forma, considerar las majaderías como lo que son, un lastre para la propia película. Así, lejos de comportarnos como fanáticos, nos convertimos en cinéfilos exigentes. Esto en la calle. En los foros culturales es otra cosa. Manteniendo la misma línea de moderación, habrá que desmontar uno a uno, con argumentos históricos y teológicos, los dislates de esa broma pueril que es El código Da Vinci. Y hagamos esto sólo lo estrictamente necesario. Hablar mucho de una película es el mejor marketing. Y si quieren promoción, que nos paguen.
Comentarios
Bravo, bravo, bravo. Ni la política es capaz de esto.
Vamos, hombre, estas aconsejando formas de reaccionar a la gente, para moderar la opinión pública!!!
Está clarísimo en el texto cuando dice:
"...se convertiría en un argumento a favor [de los que consideran a la Iglesia como una institución pre-democrática e intolerante, y mucha gente sencilla y manipulada acabaría pensando] que si los católicos se ponen tan nerviosos será porque lo que dice el film es verdad...."
"...cuando veamos a ese monje embozado y siniestro a las órdenes de un Obispo del Opus Dei, nos reiremos y diremos: ¡Qué ridiculez!..."
PD: Cuando el rio suena...agua lleva
Sobre lo dirigir y aconsejar. ¿Acaso no puede la Iglesia aconsejar a sus fieles cómo hacer frente a la sarta de mentiras de El Código? Las formas de actuar que debe buscar un cristiano (y es a lo que hace referencia en autor) serán siempre aquellas más acordes con nuestra fe: caridad, amor a la verdad y procurar que con nuestro actuar no hagamos daña a la Iglesia, nuestra Madre. eso es todo. Por lo demás, documéntate, que las patrañas de este libro son de aupa... ¿Las comentamos otro día?
La imagen de miedo y de censura que está dando la Iglesia y sobretodo el Opus Dei con el tema del Código da Vinci está creando en todo el mundo un morbo, que se traducirá en mas espectadores para la película.
Mi pregunta es que si la Iglesia y el Opus Dei no tienen nada que esconder ¿a qué tienen miedo?
En mi opinión el problema de la Iglesia de hoy en día no es la publicación de este libro o el estreno de la película, sino que no conoce las necesidades ni se sabe acercar a la sociedad actual.
La Iglesia tampoco tienen miedo, pero que la pinten como una maquinaria de matar y engañar durante 20 siglos... pues es bastante desagradable.
Por cierto, ni la Iglesia, ni el Opus Dei de modo oficial han dicho nada en contra de la película excepto explicar la verdad...