Debate Sarkozy - Royal: según los sondeos 54 - 31

Ayer pasé un rato por el debate que la CNN+ emitía entre Segolène Royal y Nicolás Sarkozy. Llegué justo en el mejor momento: cuando la 'zapatera' (así la llaman en Francia, y no es broma) perdía los nervios ante las propuestas de un Sarkozy en materia educativa y concretamente con los minusválidos. Aquí Sarkozy le ganaba por 'la izquierda' y ante la falta de proyecto socialista (una constante en toda la izquierda europea que desde 1989 aún busca su lugar), simplemente le chillaba. 'Sarko' estuvo aquí mucho más tranquilo y mirando a los periodistas que dirigían el debate se preguntaba '¿por qué me grita?'. Intentaba hablar sin perder los nervios y su contrincante simplemente hacía gala de una mala educación admirable en señora tan bella.

Pero en la cuestión de contenidos concretos, Sarkozy dio un baño de realidad y de programa de reformas en un país que aún vive de una grandeur ya casi inexistente. Así, propone una disminución de funcionarios al sólo sacar a concurso la mitad de las plazas de los funcionarios que se jubilen (mientras Royal proponía la fantasmagórica idea de que las funcionarias sean acompañadas a casa por otro funcionario al salir del trabajo en los turnos nocturnos). Del mismo modo, aunque no tocará las 35 horas semanales, exonerará a las empresas de cotizaciones en las horas extraordinarias y en el impuesto de la renta sobre esas horas a los trabajadores, de forma que paulatinamente se vuelva a un horario más 'europeo'. Pretende hacer que 'los que quieren ganar más que trabajen más', aspecto que en Francia es casi prohibitivo con un mercado de trabajo rígido, rígido.

Sarkozy, a diferencia de los líderes de la izquierda que apuestan por el cambio climático pero luego no hacen nada excepto prohibir, apostará por la energía nuclear por ser 'la más limpia'. Royal en cambio apostará por la cosa alternativa, que hasta ahora se ha destacado por ser cara y poco eficiente.

Sobre Turquía, Sarkozy nos dio una alegría: negará el acceso de Turquía a la UE dejando claro que 'prefiero que se les diga que habrá acuerdos de asociación o para un mercado, pero no para entrar en la UE'. Esto al menos tranquiliza a aquellos que vemos un peligro en la entrada de Turquía, un país que ni por cultura, ni por localización, ni por tradición es Europa. Sarkozy mostró respeto por la decisión de sus conciudadanos al negarse a someter a consulta de nuevo la Constitución de la UE, mientras que Royal (como casi toda la izquierda pijo-progre) desprecia esa decisión proponiendo que se vuelva a someter a consulta (vamos, como el aborto en Portugal, hasta que salga lo que quiero).

Los primeros resultados del debate dan como vencedor a Sarkozy con un 53-31 (Le Figaro). Veremos el domingo, pero confiemos en que Francia dé un paso hacia delante y apueste por políticas modernas que han triunfado en países como España o el Reino Unido, dejando las apuestas estatistas que son pan para hoy y hambre para el futuro.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
No me gustan las personas que parecen encantadas de haberse conocido, espero equivocarme, pero Sarkozy creo que es uno de ellos. Es decir Gallardón en versión francesa. No nos dejemos engañar por una política aparentemente liberal.
Además, al fín y al cabo no creamos que porque el señor Sarkozy sea proclamado presidente de la República, su lucha contra ETA será mayor: ¿qué hacían terroristas vascos con teléfonos de altos cargos del ministerio del interior que don Nicolás dirigía?. Francia, como por otra parte siempre ha hecho, siempre velará por sus intereses.
Supongo, Sr. Almela, que ha leido el libro del candidato: "La República, las religiones, la esperanza" (ed. Gota a Gota, 2006), donde el ex-ministro galo parte de una realidad muy diferente a la española por lo que no recomiendo extrapolar ni los planteamientos ni las soluciones a nuestra situación actual. La nación francesa desde su malograda revolución se constituye en torno a una filosofía vital que trata de marcar distancias con la religión católica. Este laicismo (auténtico deicidio) alimenta una administración y un Estado que cada día más se aleja del sentir popular francés. La nación que trata de representarse como la mayor defensora de la libertad, trata de extirpar del ser humano una parte esencial de su ser, la trascendencia. Podemos discutir sobre el logro o no de dicho objetivo y sobre todo podemos discutir sobre la justicia o no de dicha intención, pero los hechos son tozudos y es evidente que la nación francesa hace siglos que dejó de defender la libertad en el ámbito más propiamente humano y menos animal que constituye la vida religiosa de todo ser humano.

Los recientes disturbios protagonizados por la población musulmana en las barriadas obreras de Francia no sólo ponen de manifiesto el fracaso francés en la integración de otras culturas, sino lo que es más importante, ponen en entredicho la universalidad de los valores propugnados por una cultura occidental que reniega de sus orígenes.

La lucha actual, como toda gran lucha, queda planteada en el campo de los valores. Nuestro gran prócer tradicionalista, D. Vázquez de Mella ya nos dejó dicho a principios del siglo pasado, que detrás de todo gran problema social latía un problema religioso. Efectivamente, la integración de poblaciones con otras culturas y religiones no es un objetivo sólo de las políticas sociales, educativas o económicas sino que tiene que ser ante todo un fruto del diálogo entre civilizaciones (diálogo que no alianza, pues estas parece que siempre se hacen contra alguien). Este diálogo interreligioso del que tan grato recuerdo nos dejo nuestro papa Juan Pablo II, se constituye en este ámbito como el único arma con posibilidades de victoria. Ahora bien, para que este diálogo se pueda producir es necesario un entorno de libertad y de respeto que naciones como Francia hoy por hoy no pueden garantizar.

Este entorno de libertad es el que a nuestro parecer no sabe definir Sarkozy, pues este no sabe abandonar casposas posturas revolucionarias en donde parece que la libertad religiosa es una libertad que concede el estado en lugar de ser una libertad que nace con el hombre mismo. A nuestro parecer, Sarkozy es valiente al reconocer en un país como Francia la importancia de las religiones, pero manifiesta las incongruencias típicas de los furibundos laicistas. Pongamos varios ejemplos.

Según el autor las religiones han de preocuparse de lo espiritual y no de lo temporal, pero ¿y por qué la política sí ha de preocuparse de lo espiritual al reglamentarlo?. El cristianismo fue el primero que lucho por la separación entre lo temporal y lo espiritual, pero era consciente que esa separación no podía ser absoluta pues el hombre es uno y el sujeto protagonista de ambas realidades. Y no sólo el cristianismo fue consciente de que la separación total era imposible, sino que ya se planteo qué realidad debería primar en caso de conflicto, sin embargo, Sarkozy no concede terreno a la duda y de un plumazo se carga la separación al determinar que es el estado el que tiene que reconocer y tutelar las libertades religiosas.

Otra incongruencia es el concepto pragmático que tiene de las religiones. En numerosos pasajes el autor parece deducir que lo importante de las religiones en su virtualidad de lograr la paz social, es decir no considera lo espiritual como valor en sí, sino como instrumento para conseguir la concordia social.

Del mismo modo que instrumentaliza a la religión, instrumentaliza a sus jerarquías pues no ve con malos ojos que la autoridad civil tenga que presentar su consentimiento para el nombramiento de obispos; ahora bien, el autor no nos aclara si esto es libertad, laicismo o intervencionismo, en cualquier caso no parece que sea separación de poderes espirituales y temporales.

Otra típica afirmación de progresía trasnochada en que según él la fe no se explica, se vive y evidentemente cita a San Agustín. Parece que Santo Tomás no esta de moda y quiere hacernos creer que el cristianismo desprecia la razón. Por todo ello no es ocioso recordar el discurso del papa Benedicto XVI en Ratisbona, donde el mensaje principal es que la fe puede lograrse por el camino de la razón (por lo menos eso opina el cristianismo).

Tema aparte merece la mención que algunos pasajes hace al controvertido sacerdote francés Guy Gilbert. Evidentemente estas menciones son laudatorias. Este sacerdote (poco conocido en España) es denominando públicamente como el cura de los marginados y se caracteriza por defender posturas contrarias al Vaticano (entre otras el uso del preservativo). Del mismo modo tema aparte merece la errónea concepción que tiene de los miedos del hombre europeo. El autor dice no entender por que a los católicos les inquieta el porvenir. Esta claro que no entiende el fondo del problema, no es miedo a otras religiones, sino que el hombre común europeo aunque no lo sabe racionalmente sí intuye la realidad de las cosas, es decir, que el respeto de occidente es fruto no de la laicidad, sino del cristianismo que establece la dignidad natural del hombre y la libertad. La lucha del cristianismo ha sido ante todo y sobre todo una lucha por la libertad del hombre (recordemos que en el Génesis se nos dice que el hombre es a imagen y semejante de Dios, es decir libre).

Del mismo modo en el libro quedan presentes la archiconocida afirmación de la igualdad de las religiones, pues aunque el autor se niega a reconocer superioridad a ninguna religión, sin embargo escudándose en el respeto llega a afirmar “¿acaso son tan distintas?”, es decir, con una simple pregunta llega a agredir (por lo menos intelectualmente) a todos los franceses con creencias religiosas. Del mismo modo y profundizando en la misma idea, llega a recomendar la creación de templos multirreligiosos, pues en el fondo para él todos los dioses son el mismo.

Mención aparte merece el tema del reconocimiento del origen cristiano de Europa en su Constitución. En este debate se alinea con las posturas contrarias a citar a Dios en lo que para él es sólo un texto político. Esta separación absoluta entre la política y la sociedad parece contradecirse con su obsesión por controlar las confesiones religiosas desde el Ministerio de Interior. Pero llega a más pues llega a afirmar que no vería con malos ojos que en el preámbulo de la Constitución Europea se citara a las grandes religiones europeas, entras las que incluye al islamismo, pero deja sin explicarnos las aportaciones que el islamismo ha dejado como herencia a la Europa actual.

En fin, sr. Almela, creo que para opinar y entusiasmarse por una persona que ni siquiera va a dirigir nuestra nación, debemos antes indagar en su ideología, pensamiento, creencias, etcétera, y no alabarlo al máximo rango por el mero hecho de que su rival sea la "zapatera". Creo que se trata de encontrar la verdad juntos, de aportar grandes ideas, de analisis serios y rigurosos, y no de crear redes "anti zp" que lo que hacen es desprestigiar un pensamiento cabal liberal y conservador (es decir, heredero de la tradición que los jacobinos franceses eliminan en su Revolución) oculto por bufonadas derechistas.
Un saludo

Ernesto García del Hierro

Entradas populares de este blog

El primer ministro australiano y la inmigración

Más sobre la memoria histórica: Madrid de corte a checa

Bruselas, última parada?