El lince y el niño

Desde que comenzó la campaña de la Iglesia Católica contra el aborto (que no contra la nueva ley que propone esa lumbrera de Aido) en la que se afirma que se protege más a un lince que a un ser humano, muchas voces son las que se han alzado en contra. Claro que si uno se pone a analizar las respuestas, no podemos sino sorprendernos. Porque, ¿alguien esperaba que la Iglesia dijera alguna cosa diferente sobre el aborto? ¿Acaso no es esa la Doctrina habitual de la Iglesia desde tiempo inmemorial?

Y luego está el fondo del asunto. ¿Está en España más protegido el lince ibérico, el aguila perdicera o el proyecto Gran Simio que el ser humano no nacido? Pues para nuestra vergüenza, la respuesta a esta pregunta sólo puede ser afirmativa. La ley protege a ciertas aves, de forma que abatirlas, coger sus huevos e incluso modificar su habitat está penado por la ley. Y es lógico, ya que está en juego la desaparición de la diversidad biológica. Así, las leyes internacionales obligan a respetar los caladeros, las leyes de caza marcan cuántas y de qué clase pueden ser las piezas a abatir, para evitar que toda una especie entre en peligro de extinción.

Pues eso que se hace con especies animales y que es tan defendible desde cualquier punto de vista, no es aplicable a la legislación que debe proteger al ser humano. Mientras un huevo de las muchas aves que pueblan nuestro habitat está protegido por la legislación mediante severas penas, el huevo de ser humano puede ser usado para la mnipulación genética, eliminado directamente.

Es un gran acierto de la Iglesia Española el poner el acento en la hipocresía de aquellos que defienden la eliminación de un ser humano en sus primeras semanas mientras defienden que un lince sea protegido. ¿En serio afirman, como el director de Doñana, que ´debe estar más protegido el lince porque está en peligro de extinción mientras que el ser humano tiene riesgo de superpoblación´? Desde luego, de lo que hay superpoblación es de ´tullidos intelectuales´.

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