Día Mundial de la Lucha contra el Sida

Hace un año escrbimos este artículo en Spero. Lo reproducimos aquí, ya que mantiene su actualidad en este día. Nada cambia en esa política macabra de riesgo ante esta pandemia.

Ante el Día de Lucha contra el SIDA

Por Miguel Ángel Almela Martínez

El día uno de diciembre se celebra el Día Mundial de Lucha contra el SIDA auspiciado por las Naciones Unidas. El SIDA es una enfermedad que aumenta cada año, pese a que los medios económicos empleados para atajarla aumentan cada año también, pese a que los preservativos ya se regalan en las puertas de los colegios de todo el mundo. ¿Qué está fallando entonces?

Pese a que la manera de combatir la enfermedad es conocida (abstención y fidelidad) desde el comienzo de la pandemia, poco o nada se ha hecho en esa línea (quizá Uganda sea una excepción a la que se está sumando Estados Unidos), mientras se ha insistido sobremanera en el uso del preservativo como único método para detener el SIDA. Cuando aparecieron los primeros casos de SIDA, estos se centraban en lo que se denomina población de riesgo (prostitutas, homosexuales, drogadictos) y en personas que hubieran podido recibir una transfusión de sangre infectada (gracias a Dios y a los controles impuestos, esa tasa es prácticamente ya insignificante). Desde el principio se deducía que la forma de huir de la enfermedad era huir de las conductas de riesgo y tener entonces relaciones heterosexuales fieles y huir de la drogadicción.

Pero, ¿se fue por ese camino? No, la insistencia en todos los planes de lucha frente al Sida ha ido centrada en la extensión universal del uso del preservativo para las relaciones sexuales. Pero los datos no han hecho sino confirmar lo que muchos científicos han mantenido siempre: si no se cambia la conducta, es sólo cuestión de tiempo el infectarse de Sida. Algunos números: en 2 años, el número de enfermos de Sida ha subido en tres millones de personas, llegando a alcanzar los casi 40 millones de infectados localizados, mientras que los fondos destinados al programa ONUSIDA se han triplicado (de dos mil millones de dólares a seis mil este año). Eso sin contar con los propios planes nacionales en los países desarrollados que suelen ser llevados por los mismos gobiernos locales. Desde luego es todo un éxito, si a un directivo de una compañía le triplicasen los fondos para obtener un mejor producto y las ventas cayeran en proporción directa al aumento de aquellos, ya podría ir dimitiendo antes de cambiar el sentido del plan de marketing.

¿Por qué no se ha optado por cambiar la estrategia ante el avance de una enfermedad cuando el plan inicial falla? Porque en lo relativo al sexo, y desde hace mucho tiempo, no funcionan los criterios científicos, sino más bien los políticos en un intento de desarmar a toda la sociedad cambiando todo el código moral que la sustenta (ya hemos escrito sobre esto), y para ello se juega con la vida y la felicidad, fundamentalmente de los más jóvenes. Una noticia en el diario gratuito 20 Minutos afirma que el 40% no usa preservativo en los ‘rollos’ (sic) pasajeros, y la deducción no es atacar la raíz (el ‘rollo’ pasajero), sino más bien el ponerle un condón a la situación. Pero es que la lógica de los números es entonces aplastante: si el condón es útil al 96% de los usos, quiere decir que tengo un 4% de posibilidades de contraer el Sida, lo que teniendo en cuenta que hablamos de la propia vida, es un porcentaje tirando a muy alto. Si a lo largo de mi vida tengo 100 ‘rollos’ pasajeros y las diversas partenaires llegan al mismo número de relaciones con parejas diferentes, aunque todas fueran con preservativo, las posibilidades de contraer el Sida estarían ya en un valor altísimo. Y ya no quiero decir nada si esas relaciones tienen carácter homosexual, donde el porcentaje de, sobre todo, varones infectados multiplica por nueve el de personas heterosexuales en riesgo (ya no quiero decir nada si comparamos con aquellas que no asuman conductas de riesgo, ahí nos vamos a números enormes). Pero esta verdad no se les dice a los jóvenes que hoy siguen contrayendo el Sida con el condón puesto.

Mientras no haya una decisión firme para acabar con el Sida, afrontando que las políticas empleadas hasta ahora están agotadas y que hay que tender a recuperar todo un código moral que haga de las relaciones sexuales una donación al otro/a, que haga del compromiso y la fidelidad un valor, que reconozca que el valor de la familia y su apertura a la vida es el mejor camino para educar hombres y mujeres capaces de vencer en la próxima generación al Sida. Claro, que con políticos que editan guías sobre cómo mantener relaciones lésbicas entre las niñas o cómo hacer que el sabor del semen sea más agradable o el tamaño del miembro aumente, para poner ejemplos de los dos partidos que aspiran a gobernarnos, lo tenemos cada vez más difícil. Como dice un buen amigo mío sacerdote, ¡qué dura labor la que os toca a los padres de familia! Pues ahí estamos, y no nos rendiremos, a ver si dejamos de celebrar días mundiales de lucha contra enfermedades tan fácilmente evitables.

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