La posición española en el Sahara: abandono y vergüenza

Debería tener cuidado el Monarca con llevarle la contraria al nieto del capitán Lozano. Como todo el mundo sabe el periodo histórico que prefiere nuestro soberbio presidente es la II República. Él es feminista radical, republicano y rojo. Los últimos que se han enfrentado, aunque sea veladamente a este hombre del talante sin talento, han terminado alejados de la vida pública: ahí están Rodríguez Ibarra, Bono, Vázquez, Maragall... Hablábamos en su día de Tigrekan II (más conocido por estos lares por Felipe González), que iba dejando cadáveres a su paso...

Pero esto no es más que la parte de vodevil de la historia. Lo grave es la deriva lamentable que vamos tomando en política exterior, deshaciendo, no sólo lo que hizo Aznar, sino las posiciones tradionales de la izquierda española (prosaharaui) y de nuestro país. Ya en junio de 2006 publique en la desaparecida web de Spero este artículo que hoy vuelve a estar de plena actualidad. Es largo, pero creo que clarificador:


Sáhara occidental: entre el abandono y la vergüenza

Por Miguel Ángel Almela

El pasado 23 de mayo, el intento de traslado de un prisionero saharaui a una prisión marroquí por parte del Gobierno de Rabat, provocó graves incidentes en El Aaiún que según El Frente POLISARIO se han saldado con la desaparición de más de 40 personas, decenas de heridos y detenidos por las fuerzas de orden marroquíes. Estas informaciones y los posteriores problemas diplomáticos para que delegaciones de parlamentarios españoles y medios de comunicación pudieran entrar en la ciudad han dado como resultado el poner de nuevo de relieve este conflicto que lleva décadas pendiente y que tiene varias vertientes: España, Marruecos, el pueblo saharaui, Argelia y la ONU como moderador de la situación.

Semblanza histórica

En el año 1509, las potencias colonizadoras más importantes de la época (España y Portugal) firman un acuerdo por el que la primera adquiere el derecho a establecerse en una franja costera en el Sahara. Pero no sería realmente hasta 1884 cuando España hace efectiva esa ocupación, y dos años después, el sultán de Marruecos reconoce la soberanía española sobre el Río de Oro. España comienza a colonizar el territorio a base de acuerdos con los líderes locales de las tribus saharauis. Diversos enfrentamientos con Francia por el control del Norte de África culminan en 1900 con la firma del Tratado de París y la delimitación del territorio que ocupará España.

La entrada de España en las Naciones Unidas en 1955 obliga a la “metrópoli” a descolonizar el Sahara. Ese proceso culmina con la resolución de Naciones Unidas 2.229 de 20 de diciembre de 1966 en la que se reconoce el derecho de autodeterminación para el Sahara Occidental y se establece que la potencia colonizadora que debe poner en marcha ese proceso de descolonización y autodeterminación es España. Lo primero que debe hacer el país colonizador –España- es fijar el censo de la población saharaui. En 1974 España ha finalizado ese trabajo y anuncia que pondrá en marcha el referéndum al que hacía referencia la resolución de la ONU en el primer semestre de 1975. Desde entonces Marruecos ha intentado evitar ese referéndum, en la seguridad de que no iba a poder ganarlo.

El primer intento para paralizar el referéndum fue acudir, de la mano de Mauritania, al Tribunal de Justicia de La Haya. El acuerdo con Mauritania recogía un posible reparto del Sahara Occidental. Pero el TIJ fue contundente desmontando todas las tesis marroquíes: nunca habían existido vínculos de soberanía territorial entre Marruecos y el Sahara; el proceso de descolonización debe ser regido por el principio de autodeterminación del pueblo saharaui; este derecho no es de los dirigentes del Sahara, sino del propio pueblo, por lo que no puede ser cedido por aquellos. El Sahara es una colonia española y debe descolonizarse según la jurisprudencia de Naciones Unidas con un referéndum de autodeterminación entre la población originaria del territorio.

Pero este varapalo a las intenciones del sultán de Marruecos de hacerse con el Sahara no le hizo decaer, y, aprovechando la debilidad de un Franco agonizante, Hassan II invadió el territorio saharaui mediante la Marcha Verde. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas condenó esa ocupación y exigió a Marruecos que “retire inmediatamente del territorio a los participantes en la marcha”. Peor no cejó aquí el empeño marroquí y mediante el Acuerdo de Madrid de 14 de noviembre de 1975 (¡Seis días antes de la muerte del dictador español!) pretendía hacerse con un derecho jurídico sobre el Sahara Occidental. Pero es un intento vano, ya que sólo se cedía la administración del territorio, en ningún caso la soberanía, y además, no a Marruecos, sino a una entidad tripartita formada por España-Marruecos-Mauritania y además por tiempo limitado ya expirado. Naciones Unidas sigue, por tanto, considerando el problema del Sahara como un problema de descolonización y sigue inscrito como un territorio no autónomo.

Los diversos planes de paz que se han intentado llevar a cabo, siempre han contado con la oposición del reino alauí, que se niega a reconocer al Sahara Occidental el derecho de autodeterminación que la ONU le reconoce y a considerar el Sahara como un territorio marroquí.

El último plan propuesto –llamado Plan Baker II- pretende solucionar el problema otorgando a Marruecos casi todo lo que pide: soberanía marroquí para el Sahara, censo más favorable, pero a cambio debe aceptar otorgar autonomía dentro de su territorio al Sahara Occidental.

La posición moral de España

Inicialmente España se había mostrado en contra de este plan por no otorgar el derecho que ininterrumpidamente les había sido reconocido a los saharauis para decidir su futuro. Países como Francia, antigua metrópoli de Marruecos y su mayor aliado en Europa Occidental y con intereses en las extracciones de petróleo del Sahara (Total Fina-Elf es la máxima beneficiaria de esas concesiones marroquíes) y Estados Unidos, que acaba de reconocer el status de aliado preferencial en el Mediterráneo a Rabat, son los grandes apoyos con los que cuenta Mohamed IV para anexionarse “legalmente” el Sahara Occidental. Eso pese a que la doctrina repetida en todas las resoluciones de Naciones Unidas sobre el tema obliga a Marruecos a abandonar el Sahara de inmediato.

Pero así como la posición de EEUU y de Francia obedecen a intereses comerciales y/o geoestratégicos, la posición española en este caso, desde la llegada de la democracia, ha sido lamentable. Estamos hablando de una ex-colonia española, de ciudadanos que en su día fueron compatriotas nuestros y a los que hemos abandonado. Y les hemos abandonado para dejarlos en manos del último monarca absoluto y feudal del mundo. Con la llegada de Rodríguez Zapatero a la Moncloa, la política exterior española (que con José María Aznar parecía adherirse a la causa saharaui) ha dado un giro promarroquí de lo más preocupante, dejando de lado la defensa que de la legalidad internacional emanada de la ONU hacía el PSOE en la oposición (guerra de Irak, por ejemplo), cuando quien lleva más de 30 años conculcándola es el nuevo “aliado” del Sur. España tiene, como otras potencias europeas en otras partes de África, una obligación moral ante esos pueblos a los que colonizó. Pero, a diferencia de lo que sucede ahora con los EEUU, Europa ha dejado de ser un referente moral, de asunción de responsabilidades en la política exterior. Cuando los partidos políticos españoles están en la oposición toman partido, como la mayor parte de la sociedad española, por la causa saharaui, pero a la hora de la verdad, cuando gobiernan, no siguen el mismo camino: no hay presiones ante la ONU, no hay presiones sobre Marruecos. Y así dejamos abandonados a los saharauis, a los que, eso sí, invitamos de vacaciones cada verano. Decididamente, es una vergüenza para la política exterior española.

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