El diagnóstico y medicina del Obispo de Burgos
Una sociedad con varios millones de parados, que mata impune y sistemáticamente a sus hijos más inocentes, que administra la justicia según los colores políticos, que miente con descaro y desde las más altas instancias, que viola los pactos más sagrados, que fomenta el odio y el enfrentamiento entre sus miembros, que impide el ejercicio libre de la religión, que destruye la inocencia de los niños desde su más tierna edad, que azuza las pasiones de los jóvenes, que niega que haya acciones buenas y malas con independencia de tiempo y circunstancias, que convierte la escuela en un instrumento ideológico y el poder político en trampolín para el enriquecimiento personal y el medro de los suyos, que se empeña en no tener hijos, en una palabra, una sociedad cuarteada en sus estructuras básicas y removida en sus cimientos éticos es una sociedad decadente y enferma de extrema gravedad.
Desde luego, si esta sociedad existe, está claramente condenada a la muerte. Y esta sociedad que describe el Obispo de Burgos, don Francisco Gil Hellín, es la nuestra. Una sociedad enferma, condenada a morir si no se aplican remedios inmediatos. Y creo que acierta claramente el Obispo de Burgos al poner el acento en la mejora individual y no tanto en los cambios estructurales (necesarios pero no suficientes): cataplasmas serían todos los remedios que no contemplen una profunda regeneración ética de cuantos formamos parte de esa sociedad.[...] la necesidad más urgente y general es reconocer que tenemos que dar un cambio ético radical, salir de nuestro egoísmo y entrar en la lógica del don, de la gratuidad, de la solidaridad, del respeto mutuo, de la paz social y familiar, de los conceptos de bien y de verdad. Digámoslo claramente: necesitamos reconocernos pecadores, acudir al perdón y reiniciar el camino del bien y de la verdad.
Porque cualquier cambio que se hiciera en las estructuras, sin reconocer que uno mismo ha hecho las cosas mal, cambiando de vida... no serviría de nada. Ese es el reto. Ha acertado don Francisco en el diagnóstico... y en la medicina.
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Saludos.