¡Manos arriba! ¡Qué viene Salgado!

El gasto del Estado ha subido una barbaridad desde que comenzó la crisis económica. Era lógico: en el momento en el que hay más parados, el Estado del bienestar debe pagar prestaciones por desempleo y, cuando estas se acaban, subvenciones varias para no dejar ciudadanos fuera del sistema. Además, los ingresos bajan porque la actividad económica se resiente y, como toda transacción está gravada, el Estado deja de ingresar. En esas circunstancias, cuando los gastos amenazan con subir y los ingresos bajan, sólo hay dos soluciones: o bajas otros gastos o intentas subir los ingresos.

Un liberal siempre intentará lo primero, ya que confía en que el ciudadanos harán lo que crean mejor con su dinero y buscarán que aumente, de forma que eso redundará en más ingresos para el Estado a largo plazo, amén de mejoras en empleo, y en la reducción de gastos en un Estado más pequeño. Pero los diversos socialismos (desde el de Zapatero al de Gallardón) lo que creen es en que el Estado puede solucionar mejor y con más sabiduría las crisis que se producen (en una curiosa paradoja: si saben cómo solucionarla, ¿por qué no la evitaron antes y nos ahorramos problemas?) y por tanto reclaman más dinero para ello. Pero ese dinero es limitado y sólo puede salir de los bolsillos de los ciudadanos.

Hay, por tanto, dos salidas: o se bajan impuestos para reactivar la economía o se suben para seguir gastando. Y el Gobierno que preside Rodríguez Zapatero ha tomado su decisión: nos subirán los impuestos. Así que ya sabemos, si vemos a Salgado que se acerca, ¡llévense la mano a la cartera! Si es de madrugada y suena el timbre, no duden que no será el lechero, será algún burócrata dispuesto a llevarse nuestro dinero que tanto nos cuesta ganar.
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