Carlos Abarca, el contrapunto a la muerte

Carlos Abarca es un policía ya retirado que tiene a su mujer en coma desde hace 14 años por un error médico (mala aplicación de la anestesia para un operación). Carlos va todos los días a visitar a su mujer, Erika Sotelo, tres veces al día. Carlos sabe lo que le han dicho los médicos, pero se repite a sí mismo: 'estando ella viva, siempre está latente que en cualquier momento pueda producirse un milagro'. Carlos ve crecer sus esperanzas cuando 'uno le habla al oído se pone a llorar, entonces yo creo con mayor razón que ella escucha', pero 'claro que los médicos siempre manifiestan otra cosa, pero yo creo que es para no darte una esperanza, para que uno no se ilusione, pero yo la conozco mejor que nadie'. Su mujer reacciona a sus palabras, llora cuando él tiene que irse. Sabe que es como un bebé, pero para Carlos sigue siendo su mujer y su amor 'es más fuerte que antes'. Carlos le demuestra el cariño a su mujer durante todo el tiempo que los doctores le dejan pasar con ella: la arregla, la besa ('por supuesto, es mi mujer'), le cuenta cosas.

Carlos no quiere ni oír hablar de su partida ('no estoy preparado para cuando ella quiera partir') y mucho menos de 'rehacer su vida' como muchos le aconsejan: 'el cariño siempre va a estar enfocado en ella, nunca he dudado. No pretendo nada más de la vida que preocuparme de ella, no hay otra cosa que hacer'.

Sorprende, en estos momentos en los que la cultura de la muerte parece avanzar para dominar el mundo entero y el pensamiento, encontrar a alguien que, dentro de un sufrimiento que no encuentra consuelo humano, ama la vida. Ama la vida de su mujer, sabe que lo único que ya no tendría remedio es la muerte. Es el único camino del que no se vuelve. Quizá su mujer no despierte nunca, pero... ¿quiénes somos nosotros para decidir sobre la vida de Erika? ¿Te atreves tú?

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