¿Por qué Rajoy se aferra al sillón?
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Mariano ha visto como desde los medios que le ayudaron a sobrellevar estos cuatro años se le pedía que no cambiara, incluso que sopesara si era el más adecuado para seguir dirigiendo la oposición a Zapatero. Uno de los hombres más fieles que ha tenido, Eduardo Zapalana, decide abandonar el Congreso para irse a la empresa privada. Angel Acebes, siempre obediente, que sufrió lo indecible durante estos cuatro años, donde ha sido el parapeto de Mariano (mientras le atizaban a él, Mariano era el hombre cabal), ese Angel Acebes se fue también. Y Mariano no reaccionaba.
Pero la cosa ya se puso muy peliaguda cuando María San Gil, ¡¡el símbolo de la resistencia ante el nacionalismo!!, esa María que en el juicio por el asesinato de Miguel Angel Blanco enfrentó la mirada burlona de ese hijo de Satanás de Txapote. Esa María que se negó a aceptar el puesto de número dos por Madrid para seguir luchando en su tierra y por la libertad de los suyos. Esa María le dijo a Mariano que no confiaba en él, que no contara con ella, que no podía fiarse de su palabara. Si alguien de quien todos podemos fiarnos (coincidas o no con ella) como es María dice que no puede fiarse de él... ¿qué más pruebas se necesitan?
Pero los arriolas sólo creen al 'dios encuesta' (ese que puso a Alberto Riz Gallardón en la Alcaldía de Madrid cuando se iba a retirar y dejarnos a todos en paz), y el CIS ha sacado una. Más de un millón de votos menos y eso que lo de María no se tiene en cuenta aún...
Después de todo esto, uno no entiende qué espera Mariano para desistir, para tener ese rasgo de hombría y decir: ¡basta! Ayudaré a mi partido a buscar a ese hombre o mujer que pueda llevarle al Gobierno de nuevo. Inmolarse quizá por el bien de su partido, servir a España buscando a quien pueda desalojar a este inútil que nos gobierna (ya hablaremos de la penúltima en economía de este lumbreras). Eso hubiese sido algo muy digno. Pero Rajoy no está dispuesto a eso. Lo que hicieron en su día Almunia, Anguita y, sobre todo, Suárez no está dispuesto a hacerlo Mariano.
Pero uno no sabe ya ¿por qué se aferra Mariano al sillón?
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