Crisis económica: quien siembre vientos...
La situación económica está empeorando a un ritmo francamente endiablado. Los gráficos de subida del desempleo realizan una cuesta arriba que ni el Mortirolo. El descenso de las afiliaciones a la Seguridad Social amenaza con desestabilizar el sistema. Los organismos internacionales ya hace mucho que dejaron de creerse las previsiones de tristón Solbes, caen las matriculaciones de coches, los bancos aumentan su índice de morosidad, las inmobiliarias quiebran (ahora se llama concurso de acreedores, o sea, repartirse lo que queda). Esto se llama recesión en toda regla.
Todo parece haber comenzado con el fin de la denominada 'búrbuja inmobiliaria': subida del precio de las viviendas muy encima de su coste debido entre otras cosas a lo barato que estaba el dinero por parte de los bancos, que se pusieron a pretarlo a manos llenas. Durante años en la oposición y luego en el Gobierno, los socialistas denunciaron esta supuesta búrbuja que había llevado a España a unas altas cotas de empleo y bienestar, un superavit presupuestario y la bonanza en las arcas de la Seguridad Social. La queja era que los 'jóvenes' no podían acceder a una vivienda a un coste razonable. Nadie definía qué era un coste razonable y por supuesto la oferta y la demanda era un absurdo metafísico. Así, se comparaban precios afirmando que era imposible encontrar un piso barato ¡¡en el centro de Madrid!! Este es un efecto que sucede en todas las grandes ciudades europeas. La almendra central suele ser muy cara por la limitada oferta y el exceso de demanda lo que repercute en la subida del precio. En lugar de aportar la única solución posible (la liberación de suelo que haga que construir sea más barato, buscando nuevas fórmulas de financiación para los Ayuntamientos), se optó por criticar un sistema sin aportar tampoco un sustitutivo al existente. España es un país básicamente de servicios: tenemos uno de los mejores climas de Europa, lo que hace que los países del Norte de Europa lo busquen como destino preferente, además de tener aún costes laborales bajos. Somos puerta de America Latina y de Africa, lo que nos hace como buen elemento logístico para la distribución de productos. Es normal, por tanto, que la demanda de viviendas en ciertas zonas aumente, fundamentalmente descanso y ocio y centros de negocios como Madrid, Barcelona, etc. Si a eso sumamos que a ese fuerte aumento de la demanda no se le contrarresta con una aumento de la oferta, el precio se dispara y más si pedir prestado era barato debido a bajos tipos de interés.
El problema es que el Gobierno español no ha previsto que esto podía producirse y no ha procurado crear, con los beneficios obtenidos por años de fuertes ingresos vía impuestos, las condiciones necesarias para que el tejido industrial español se reforzara, aportar liberación y competencia para que nuestras empresas sean competitivas. Las empresas siguen pensando que debe ser el poder político quien les salve (ahí están las llamadas de ayuda de bancos, inmobiliarias, pescadores, taxistas y demás sectore. Cuando las empresas miran más el BOE que al mercado, algo falla...), en lugar de buscar su acomodo en un mercado libre. El gobierno socialista, fiel a su estilo, no ha buscado más libertad de mercado (¡qué asco les produce!) sino más control, más 'gasto social' y, en consecuencia, más impuestos, más inflación y más endeudamiento.
Que las soluciones que se les ocurren pasen por 'repartir' dinero como si fuesen los Reyes Magos, apelar al optimismo y decir sandeces del tipo 'si no fuera por el precio de los alimentos y el combustible, tendríamos una inflación del 2 y pico', es prácticamente alucinante. La agenda del presidente es fundamentalmente política y social (cambiar las reglas del juego, ingeniería social y demás) y la economía le preocupa poco... aunque puede ser la que termine con este aprendiz de brujo.
Todo parece haber comenzado con el fin de la denominada 'búrbuja inmobiliaria': subida del precio de las viviendas muy encima de su coste debido entre otras cosas a lo barato que estaba el dinero por parte de los bancos, que se pusieron a pretarlo a manos llenas. Durante años en la oposición y luego en el Gobierno, los socialistas denunciaron esta supuesta búrbuja que había llevado a España a unas altas cotas de empleo y bienestar, un superavit presupuestario y la bonanza en las arcas de la Seguridad Social. La queja era que los 'jóvenes' no podían acceder a una vivienda a un coste razonable. Nadie definía qué era un coste razonable y por supuesto la oferta y la demanda era un absurdo metafísico. Así, se comparaban precios afirmando que era imposible encontrar un piso barato ¡¡en el centro de Madrid!! Este es un efecto que sucede en todas las grandes ciudades europeas. La almendra central suele ser muy cara por la limitada oferta y el exceso de demanda lo que repercute en la subida del precio. En lugar de aportar la única solución posible (la liberación de suelo que haga que construir sea más barato, buscando nuevas fórmulas de financiación para los Ayuntamientos), se optó por criticar un sistema sin aportar tampoco un sustitutivo al existente. España es un país básicamente de servicios: tenemos uno de los mejores climas de Europa, lo que hace que los países del Norte de Europa lo busquen como destino preferente, además de tener aún costes laborales bajos. Somos puerta de America Latina y de Africa, lo que nos hace como buen elemento logístico para la distribución de productos. Es normal, por tanto, que la demanda de viviendas en ciertas zonas aumente, fundamentalmente descanso y ocio y centros de negocios como Madrid, Barcelona, etc. Si a eso sumamos que a ese fuerte aumento de la demanda no se le contrarresta con una aumento de la oferta, el precio se dispara y más si pedir prestado era barato debido a bajos tipos de interés.
El problema es que el Gobierno español no ha previsto que esto podía producirse y no ha procurado crear, con los beneficios obtenidos por años de fuertes ingresos vía impuestos, las condiciones necesarias para que el tejido industrial español se reforzara, aportar liberación y competencia para que nuestras empresas sean competitivas. Las empresas siguen pensando que debe ser el poder político quien les salve (ahí están las llamadas de ayuda de bancos, inmobiliarias, pescadores, taxistas y demás sectore. Cuando las empresas miran más el BOE que al mercado, algo falla...), en lugar de buscar su acomodo en un mercado libre. El gobierno socialista, fiel a su estilo, no ha buscado más libertad de mercado (¡qué asco les produce!) sino más control, más 'gasto social' y, en consecuencia, más impuestos, más inflación y más endeudamiento.
Que las soluciones que se les ocurren pasen por 'repartir' dinero como si fuesen los Reyes Magos, apelar al optimismo y decir sandeces del tipo 'si no fuera por el precio de los alimentos y el combustible, tendríamos una inflación del 2 y pico', es prácticamente alucinante. La agenda del presidente es fundamentalmente política y social (cambiar las reglas del juego, ingeniería social y demás) y la economía le preocupa poco... aunque puede ser la que termine con este aprendiz de brujo.
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