Suiza, primer muro ante el Islam


Este fin de semana, los defensores de la libertad hemos recibido una buena noticia: Suiza decide evitar que sigan proliferando los minaretes en sus ciudades y pueblos. Aunque desde el Vaticano se ha criticado la decisión (cosa que no puedo ni compartir ni entender: si no existe reciprocidad, si no dejan construir ermitas o iglesias en países árabes, ¿por qué debemos dejarles construir minaretes y mezquitas?), la decisión de Suiza ayuda a la libertad. El Islam no es una religión sólo, como no lo era la Católica en el siglo XVI, pero ésta ha evolucionado, mientras la otra sigue en el siglo VIII. Su visión es totalizadora, pretende convertirse en código civil, penal y militar. El Islam, mientras no se convierta en una religión como cualquier otra, es enemiga de la democracia liberal. Además, vulnera derechos fundamentales como la igualdad entre hombre y mujer (y no se trata de que no puedan ser clérigos, sino más bien que su voz vale la mitad que un hombre en un juicio, la mitad de herencia, prohibición de viajar o salir sin permiso de un hombre...), la libertad religiosa (nadie puede abandonar el Islam, en eso funciona como una secta)... y un largo etcétera. Por tanto, pese a lo que piense el Vaticano (en su afán de llevarse bien con todo el mundo), no es lo mismo el Islam que otras religiones. Por eso, la decisión que han tomado en Suiza supone un freno a la expansión del Islam, que si quiere realmente formar parte de Occidente, manteniendo su cultura y tradiciones, debe estar dispuesto a hablar y a permitir la libertad, sino, la única solución, si queremos preservar la libertad que tanto nos costó lograr, es actuar al modo suizo y frenar esto.

Claro que si la solución es admitir la fiesta del sacrificio (orgía de sangre) y dar como festivo ese día, tal y como se ha hecho en Ceuta... pues mal empezamos.

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