Comenzando el debate ideológico (I)

El debate ideológico parece haberse desatado en el PP. Al menos desde los medios de comunicación parece haberse lanzado el mismo. Muchos parecen querer centrarse en la dualidad Aguirre/Rajoy, en un debate de personalismos. Quizá pueda parecer que ese es el debate, pero no debe serlo. Algunos (a lo mejor somos minoría y lo que 'mola' es la discusión de personas) creemos que lo importante son las ideas que se defienden y no las personas que lo hacen. Es cierto que desde un punto de vista simplemente periodístico, el personalizar esas ideas nos ayuda mucho a escribir y a darle cierto 'morbo' a la cosa, pero eso no debe hacernos olvidar qué hay detrás. Y en este caso, hay dos maneras de concebir la política, la estrategia que debe seguir el Partido Popular tras la derrota electoral y la legislatura y dos maneras diferentes de comprender 'lo público': más liberal una y más socialdemócrata otra. Ambas conviven desde tiempos de Aznar en buena armonía, aunque inestable. Quizá se personalizan bien en un Alberto Ruiz Gallardón como más socialdemócrata y en Esperanza Aguirre como más liberal. Después hay ya matices que pueden ir desde un Manuel Pizarro o un Cristóbal Montoro a un Arenas o un Camps, por ejemplo, donde la mezcla es más evidente.

Es ahí, donde debe situarse el debate. Y parece que Mariano Rajoy no está muy dispuesto a hacerlo. A algunos nos guataría ver ese debate de ideas por varias razones: primero porque hay una serie de dogmas que desde la Transición parece que son intocables. Uno de ellos es el alcance del Estado del Bienestar. Nadie discute hoy que hay ciertos servicios que deben prestarse desde el Eatado (Sanidad, Educación, pensiones, etc.) aunque haya muchas diferencias sobre cómo realizar la gestión de los mismos. Y en segundo lugar, porque, en el terreno de las ideas, la derecha es muy superior a la izquierda.

Ahí es donde se puede ver la forma diferente de afrontar los problemas que tendría un liberal o un socialdemócrata. Un socialdemócrata haría que todos esos servicios estuviesen gestionados y 'pagados' por la Administración, aumentando la pléyade de funcionarios hasta el infinito. Un liberal que aceptara (como aceptan en España todos) un cierto Estado del Bienestar, dejaría en manos provadas la gestión de los servicios manteniendo el control del Estado en la inspección. Eso se ha hecho en Madrid con la mayor parte de los servicios públicos: los primeros hospitales de titularida pública y gestión privada se han creado en Madrid con gran éxito, muchas pruebas médicas y laboratorios han sido subcontratados a empresas privadas que cobran después a la Administración sus servicios en un precio pactado antes. La educación, garantizando de esta manera los derechos de los padres a elegir la educación de sus hijos, es sufragada con los fondos que los padres aportan al Estado para que se garanticen sus derechos mediante los conciertos educativos (cierto que un liberal preferiría el cheque escolar, pero algo es algo). Se trata de garantizar un servicio (reconocido en la Constitución) público, aunque en ningún sitio dice que deba ser el Estado quien los preste, sino quien los garantice y que garantice el acceso de todos en igualdad. Y eso, cualquier liberal lo firma.

De esto hay que hablar y no de personas, creo.

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