El Papa llama a la concordia entre religiones

Dando el primer paso para 'rehacer' el malentendido, el Papa Benedicto XVI ha reunido a los embajadores de los países de mayoría islámica para explicarles el sentido de su conferencia en Ratisbona. Pero este paso hay que verlo dentro del contexto general de lo ocurriodo en los últimos días y con el mensaje tras el Angelus del domingo.

¿Qué dijo Su Santidad el domingo? Pues que la muerte de la hermana Leonella Sgorbati en Somalia, asesinada por islamistas, y su forma de morir, perdonando a aquellos que la asesinaban, constituye 'el auténtico testimonio cristiano, signo pacífico de contradicción que demuestra la victoria del amor sobre el odio y el mal'. El Papa recordó que 'sólo quien pierde la vida por El y el Evangelio la salvará, dando sentido pleno a la propia existencia'. La hermana Leonella estaba allí sirviendo de nexo entre las religiones, de signo de paz y de amor al prójimo.

¿Y qué dijo ayer ante los embajadores?

Comenzó manifestando su respeto por las creeencias de los muslmanes: 'Hoy quisiera resaltar toda la estima y el profundo respeto que siento por los creyentes musulmanes'. Su deseo de que se sigan 'consolidando puentes de amistad con los fieles de todas las religiones, con un particular aprecio por el crecimiento del diálogo entre musulmanes y cristianos'. Nada nuevo, es la llamada de Cristo a todos los hombres, y la misión del Papa como 'pontífice', el que tiende puentes entre Dios y el hombre.

Una llamada clara al diálogo entre las religiones: 'En un mundo marcado por el relativismo, y que con mucha frecuencia excluye la trascendencia de la universalidad de la razón, tenemos gran necesidad de un diálogo auténtico entre las religiones y entre las culturas, un diálogo capaz de ayudarnos a superar juntos todas las tensiones en un espíritu de colaboración fructífera'. Y una vez más, como el primer discurso de su Pontificado, rechaza el relativismo de la sociedad occidental (quien ha querido ver una crítica al Islam en la conferencia de Ratisbona, se equivocan, la crítica iba contra ese relativismo moral, mediante el cual es imposible aprehender la verdad y todo son 'mis' verdades y 'tus' verdades, y donde la Verdad (en sentido filosófico) queda fuera del hombre) y llama a la verdad.

'Las relaciones inspiradas en la confianza, que se han instaurado desde hace varios años entre cristianos y musulmanes, se desarrollen en un espíritu de diálogo sincero y respetuoso, fundado en un conocimiento recíproco cada vez más auténtico, que reconoce con alegría los valores religiosos comunes y que, con lealtad, respeta las diferencias'. Es este uno de los núcleos clave de este discurso: diálogo sí, pero respeto a las diferencias con lealtad a lo que uno cree. No puede estar más acertado el Papa en este punto. El 'respeto' del que tanto se habla en Occidente y que no se manifiesta prácticamente nunca. El respeto no es negación al conocimiento de la verdad, aceptar todo acríticamente, sino más bien el amar la libertad del otro para pensar diferente, manteniendo aquello que es propio como verdadero, pero nunca violentando la voluntad del otro, creado libre como yo para aceptar la Verdad del Dios Encarnado. Si Dios no violenta la libertad siendo Dios, ¿cómo puedo yo hacerlo? Ese era el sentido de la cita de la conferencia de Ratisbona.

Benedicto XVI recuerda que 'nuestros contemporáneos esperan de nosotros un testimonio elocuente que pueda indicar a todos el valor de la dimensión religiosa de la existencia'. No puede ser posible que la imagen del hecho religioso sea la de una fuente de conflictos. Dios es el Dios de la paz, no de la guerra. Las personas religiosas deben ser mejores personas, mejores ciudadanos (y aquí podemos recordar lo dicho sobre la hermana Leonella la víspera: 'Esta religiosa, que desde hacía muchos años estaba al servicio de los más pobres y pequeños en Somalia, murió pronunciando la palabra "perdón"').

'Es necesario que, fieles a las enseñanzas de sus propias tradiciones religiosas, cristianos y musulmanes aprendan a trabajar juntos, como ya lo hacen en distintas experiencias comunes, para evitar toda forma de intolerancia y oponerse a toda manifestación de violencia; además, nosotros, autoridades religiosas y responsables políticos, tenemos que guiarles y alentarles en este sentido'. Es esta una llamada a ese 'Islam moderado' del que siempre se habla y que pocas veces aparece. Hay que resaltar ese 'fieles a las enseñanzas de sus propias tradiciones'. No se exige renuncia a la fe del otro, sino buscar aquello que se tenga en común, aquello que juntos podemos hacer por el otro. Además, las autoridades religiosas deben llamar a esa paz, lejos de soflamas o llamadas a 'guerras santas' o 'cruzadas'. Una vez más, Su Santidad se reafirma en lo dicho en Ratisbona: 'Dios no goza con la sangre; no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma, no del cuerpo. Por lo tanto, quien quiere llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas'. El pensamiento de Benedicto XVI se mantiene, por tanto, incólume: no a la violencia en nombre de Dios, sí a guiar a los fieles hacia la comprensión entre los hombres y a hacer el bien en nombre de Dios.

Y fruto de ese respeto a la libertad pidió algo que ningún mandatario occidental se atreve a pedir delante los musulmanes: reciprocidad. Y lo hace con unas palabras del Siervo de Dios Juan Pablo II en Marruecos (eso se llama valentía): 'el respeto y el diálogo exigen la reciprocidad en todos los campos, sobre todo por lo que respecta a las libertades fundamentales y más en concreto, a la libertad religiosa. Así se favorecen la paz y el entendimiento entre los pueblos'. Sólo la aceptación del hombre y de su libertad llevará a la paz.

Su Santidad ha demostrado que no es necesario el apaciguamiento para lograr la paz. Se puede ser claro, se puede decir la verdad sin ofender. Se puede condenar la violencia sin ofender al resto. No hace falta pedir perdón por existir como nos empeñamos en Occidente. Se puede ser 'mensajero de la paz' sin ser por esto condescendiente con el violento. Dios elige bien sus instrumentos.

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