Vuelve el Zapatero más sectario
Zapatero tiene una enorme virtud para distraer, engañar y centrar el debate ahí donde le conviene. Es capaz de aunar a los suyos en torno a 'ideas-fuerza' lo más simples posibles y radicales para mover a su adhesión. Cuando más difíciles están las cosas para los suyos, saca un tema 'mantra' de esos que tanto le gustan, pero que no sostendrían ni medio minuto de análisis riguroso, pero que es suficiente para galvanizar a los suyos, para unirlos ante esa idea.
Un ejemplo lo hemos tenido este fin de semana, cuando ante las críticas recibidas por parte de Rajoy y Durán por su ausencia en todos los actos oficiales que ha tenido en Papa en su reciente visita, el señor presidente ha saltado con esto:
Ya digo que el análisis de su idea madre (la Iglesia y la derecha quieren imponernos su idea de la moral y las leyes y lo que se debe hacer es mantener una perfecta separación entre Iglesia y Estado) a transmitir no admite ni medio segundo, por ser falsa en su premisa: hay una Iglesia y una derecha coincidente que quieren imponer una determinada visión de la moral y las leyes al resto de la sociedad que la rechazarían. Es esa premisa la que debemos combatir inicialmente. La Iglesia no ha prentendido en estos años de democracia imponer nada, sino proponer a sus fieles (y a todos aquellos que quieran acoger su mensaje) su doctrina para el hombre. Muchos españoles son cristianos y acogen libremente (nadie obliga a ser cristiano a otro) esa doctrina y la defienden. Y tienen derecho a ello, como un comunista a defender su idea del hombre y la sociedad, dentro de las leyes y el orden público. Los cristianos no somos ciudadanos de segunda categoría, y por tanto podemos defender el derecho a que el matrinomio siga siendo la unión entre un hombre y una mujer o a que se proteja a la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural. Y podemos defenderlo y exigir que esas ideas tengan reflejo en las leyes positivas. Si logramos que en el Parlamento haya una mayoría para hacer de esa ideas 'las leyes que quiere el Parlamento y los ciudadanos de este país', ¿qué hay de imposición en ese caso?
Porque además, Zapatero miente al traducir la crítica a su ausencia de los actos de la visita del Papa con una especie de conjura clerical para imponer una agenda también oculta. No, la crítica es al hecho de que el presidente faltara a sus compromisos con un Jefe de Estado (el Papa lo es) por una simple cuestión de 'urticaria ideológica'. Es la misma situación que se produjo al sentarse al paso de la bandera norteamericana: su sectarismo antiamericano le llevo a no comportarse como corresponde al jefe de la oposición ante los símbolos nacionales de un aliado. Ayer fue el antiamericanismo, y hoy lo es su anticlericalismo rancio. En fin, nada que nos sorprenda en este personaje perfectamente prescindible en la historia española.
Un ejemplo lo hemos tenido este fin de semana, cuando ante las críticas recibidas por parte de Rajoy y Durán por su ausencia en todos los actos oficiales que ha tenido en Papa en su reciente visita, el señor presidente ha saltado con esto:
¿Pero qué quiere Rajoy, que hagamos las leyes que quiere el Papa? No, haremos las leyes que quiere el Parlamento y los ciudadanos de este país, para todos y con igualdad.
Ya digo que el análisis de su idea madre (la Iglesia y la derecha quieren imponernos su idea de la moral y las leyes y lo que se debe hacer es mantener una perfecta separación entre Iglesia y Estado) a transmitir no admite ni medio segundo, por ser falsa en su premisa: hay una Iglesia y una derecha coincidente que quieren imponer una determinada visión de la moral y las leyes al resto de la sociedad que la rechazarían. Es esa premisa la que debemos combatir inicialmente. La Iglesia no ha prentendido en estos años de democracia imponer nada, sino proponer a sus fieles (y a todos aquellos que quieran acoger su mensaje) su doctrina para el hombre. Muchos españoles son cristianos y acogen libremente (nadie obliga a ser cristiano a otro) esa doctrina y la defienden. Y tienen derecho a ello, como un comunista a defender su idea del hombre y la sociedad, dentro de las leyes y el orden público. Los cristianos no somos ciudadanos de segunda categoría, y por tanto podemos defender el derecho a que el matrinomio siga siendo la unión entre un hombre y una mujer o a que se proteja a la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural. Y podemos defenderlo y exigir que esas ideas tengan reflejo en las leyes positivas. Si logramos que en el Parlamento haya una mayoría para hacer de esa ideas 'las leyes que quiere el Parlamento y los ciudadanos de este país', ¿qué hay de imposición en ese caso?
Porque además, Zapatero miente al traducir la crítica a su ausencia de los actos de la visita del Papa con una especie de conjura clerical para imponer una agenda también oculta. No, la crítica es al hecho de que el presidente faltara a sus compromisos con un Jefe de Estado (el Papa lo es) por una simple cuestión de 'urticaria ideológica'. Es la misma situación que se produjo al sentarse al paso de la bandera norteamericana: su sectarismo antiamericano le llevo a no comportarse como corresponde al jefe de la oposición ante los símbolos nacionales de un aliado. Ayer fue el antiamericanismo, y hoy lo es su anticlericalismo rancio. En fin, nada que nos sorprenda en este personaje perfectamente prescindible en la historia española.
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