La laicidad no está en los crucifijos
El Gobierno y sus socios de extrema-izquierda han aprobado la retirada de los símbolos religiosos de la escuela. Pero no sólo de la mal llamada escuela pública, sino que pretenden hacerlo también en la escuela privada concertada, vulnerando los derechos de los padres y de los propietarios de los centros a la elección del tipo de educación y a la de creación de empresas. Porque, que sepamos, la religión católica no está prohibida por ley (todo se andará, porque nuestros laicistas no cederán ante nada) y por tanto, los padres pueden elegir libremente este tipo de educación, pueden mostrar sus símbolos en público sin que eso sea una ofensa. Porque un crucifijo, como bien indicó el Tribunal Supremo italiano, no es sino un símbolo de toda una cultura, un símbolo de paz, y no de confrontación.
La laicidad del Estado no está en recluir a Dios en las sacristías e iglesias, sino en aceptar las diferencias de creencias, sin tener ninguna como oficial. Negar a una parte de la población (los cristianos en este caso) su derecho a mostrar en público su fe, a decidir qué símbolos quieren tener en sus escuelas (porque el Estado que concierta un colegio no le hace dueño, sino que proporciona el ejercicio de un derecho), no es sino totalitarismo puro. El Estado no debe nunca, si quiere seguir siendo democrático, intervenir allí donde no hay problema y donde se ejerce un derecho fundamental (en este caso la libertad religiosa, empresa, expresión...).
Porque el hecho de que se financie con dinero público no hace que el Gobierno tenga derecho a dirigirlo y a imponer una determinada ideología. El dinero público se debe emplear para el desarrollo de los derechos fundamentales de los ciudadanos (en este caso el recogido en el artículo 27 de la CE), no para servir de modo de chantaje a aquellos que no piensan igual que el partido, secta o grupo del Gobierno.
Aunque ya imagino que la FERE estará pactando que a sus colegios les dejen tener una capilla (aunque saquen los crucifijos de las aulas y tal), aunque eso suponga traicionar los principios por los que los padres elegimos colegios religiosos. Al menos, la CONCAPA está dispuesta a seguir luchando y a impedir, como sea (¿insumisión?), que ataquen los principios religiosos y que nos eduquen a los niños según la agenda masónica del presidente del Gobierno. Así empezamos en 1933... sólo que está vez no creo que estemos dispuestos a dejarnos matar aunque sea civilmente. Algo hemos aprendido, aunque los líderes políticos no estén a la altura.
La laicidad del Estado no está en recluir a Dios en las sacristías e iglesias, sino en aceptar las diferencias de creencias, sin tener ninguna como oficial. Negar a una parte de la población (los cristianos en este caso) su derecho a mostrar en público su fe, a decidir qué símbolos quieren tener en sus escuelas (porque el Estado que concierta un colegio no le hace dueño, sino que proporciona el ejercicio de un derecho), no es sino totalitarismo puro. El Estado no debe nunca, si quiere seguir siendo democrático, intervenir allí donde no hay problema y donde se ejerce un derecho fundamental (en este caso la libertad religiosa, empresa, expresión...).
Porque el hecho de que se financie con dinero público no hace que el Gobierno tenga derecho a dirigirlo y a imponer una determinada ideología. El dinero público se debe emplear para el desarrollo de los derechos fundamentales de los ciudadanos (en este caso el recogido en el artículo 27 de la CE), no para servir de modo de chantaje a aquellos que no piensan igual que el partido, secta o grupo del Gobierno.
Aunque ya imagino que la FERE estará pactando que a sus colegios les dejen tener una capilla (aunque saquen los crucifijos de las aulas y tal), aunque eso suponga traicionar los principios por los que los padres elegimos colegios religiosos. Al menos, la CONCAPA está dispuesta a seguir luchando y a impedir, como sea (¿insumisión?), que ataquen los principios religiosos y que nos eduquen a los niños según la agenda masónica del presidente del Gobierno. Así empezamos en 1933... sólo que está vez no creo que estemos dispuestos a dejarnos matar aunque sea civilmente. Algo hemos aprendido, aunque los líderes políticos no estén a la altura.
Comentarios
Tampoco creo, sin embargo, que sea el estado quien debe dirimir esta cuestión: lo ideal sería que cada centro debatiera la conveniencia o no de mantener el crucifijo en las aulas, de acuerdo con las características de cada centro.
Un saludo
Angel.