El maldito consenso

Muchos se han fijado en las trampas que el presidente Zapatero pretendió tender a los presidentes autonómicos durante la Conferencia de presidentes. Otros en el hecho de que no se pusieran de acuerdo (poniendo el énfasis en uno u otro partido). Otros en el enfado del presidente, al más modo Chávez, acusando a los presidentes del PP de no arrimar el hombro.... Yo quiero ir por otra línea, quizá de fondo y poco políticamente correcta.

Y se trata de esa especie de adoración que tenemos en España, y sobre todo los medios de comunicación, por el consenso. Cada vez que hay un problema, una cuestión a tratar, un documento a discutir, o cualquier cuestión, se apela desde un sitio y otro al consenso. Es como un mantra. Todos asumimos que lo bueno, lo conveniente es el consenso. Pero si lo analizamos bien, podemos darnos cuenta de que el consenso es todo menos bueno y conveniente. Hay quizá unas pocas cosas que deben ser consensuadas: las reglas del juego definidas en la Constitución (por eso la americana, paradigma de las mismas, es tan corta: pocos principios pero claros; y por eso las totalitarias son tan largas... para regular absolutamente todo), y muy poco más. Pero aquí queremos consensuar todo: la economía, la educación, la política social, la autonómica, la lucha contra el paro... pero no sus principios generales, sino hasta el más último detalle. Eso lo da, claro está, el hecho de que los socialistas de todos los partidos necesitan regularlo todo, ahogando la libertad individual. Como al hacer este tipo de regulaciones, y sobre todo si cambia a cada cambio de gobierno, se controlan todos los detalles de la vida de los individuos, el consenso es casi obligatorio. Pensemos en la vida educativa: si no existe libertad de currículo entre los centros, si es necesario el que la autoridad gubernativa fije todos los contenidos -no los mínimos, sino todos-, o hay consenso o es una locura, pero el problema es de origen. Regulen menos y hará falta menos consenso...

Pero es que además, el consenso en todo es más propio de imbéciles (DRAE: Alelado, escaso de razón). Decidir si lo mejor para luchar contra el paro debe ser subir impuestos o bajarlos, modificar la legislación laboral en un sentido o en otro, reducir el tamaño del gobierno o no... es opinable. Puede haber (otra cosa es que a uno le convenzan más unas razones que otras) razones a favor y en contra de cada una de las tesis. De ahí la diferencia de partidos, la pluralidad. Pretender que todos piensen igual es querer hacer de todos borregos. Por ejemplo, imagino que los castellano manchegos no han votado mayoritariamente a Barreda para que haga la política de Aguirre. Pero del mismo modo, en Madrid no hemos votado mayoritariamente a Aguirre para que haga la política de Zapatero. Por eso no tiene sentido que se reúnan presidentes autonómicos de una y otra ideología y pretendan pactar un documento único sobre materia económico-laboral. Y mucho menos que se enfade alguien (presidente Zapatero o medios de la izquierda) porque los del PP no arriman el hombro. No tendría sentido que el PP asumiera la política económica del PSOE cuando tiene su propia alternativa (que además el PSOE, lógicamente, tampoco acepta). Pero no, en España, todo debe hacerse por consenso. Demuestra muy poco sentido de la democracia. Si miramos países como EEUU, el consenso está en pocas cosas: por ejemplo, se defiende el papel de los militares, pero se critica gravemente al comandante en jefe. Los soldados lo hacen bien, pero lo hace mal el presidente... aquí, llamaríamos, como no, al consenso. Lo dicho: maldito consenso...

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