Ahora María San Gil
Hay gente que tiene una especial habilidad para destrozar lo construido por otros. Por ejemplo, Gaspar Llamazares recibió una coalición de Izquierda Unida que llegó a tener, con Ley D'Hont inclusive, 21 escaños en el Congreso. Uno no coincidía para nada con Julio Anguita, pero al menos tenía una política propia para Izquierda Unida. Fue esa diferenciación con el discurso de la otra parte de la izquierda la que hizo que Izquierda Unida aglutinara a todos aquellos que siendo de izquierdas no estaban de acuerdo con la política de Felipe González, su corrupción y crimen de Estado. Hoy, una Izquierda Unida seguidista con la política de Rodríguez Zapatero, ha casi desaparecido del mapa, ya que el 'voto útil' pasa a ser votar al PSOE y no a una especie de 'sucedáneo' que vendría a ser Izquierda Hundida.
Algo parecido parece que le está pasando a Mariano Rajoy. Heredó un partido unido, liberal y conservador, con una idea clara de España y de lo que debía hacer ante los embates nacionalistas. La gente que componía la cúpula del PP era gente aún joven (pensemos en Zaplana, en Acebes, en Mayor Oreja...) a la que se podían sumar 'nuevos talentos' que fueran surgiendo. La idea clave era delimitar que ante las diversas derivas que en política autonómica, política internacional o política social tomaba el PSOE de Rodríguez Zapatero, el Partido Popular representaba un punto de anclaje para la sociedad española. Ante la presión de los nacionalismos, el PP suponía la defensa de la igualdad de todos los españoles ante la ley. De hecho, en las útlimas elecciones generales, el PP ha logrado el segundo mejor resultado en términos absolutos (sólo superado por la mayoría absoluta de Aznar en el 2000, con un PSOE/IU en clara crisis identitaria) de su historia. Cierto que no ha ganado, pero la distancia se ha acortado con respecto a la difícil elección de 2004, y ha sido un trasvase de 'voto útil para que no gane el PP' el que ha provocado la victoria de ZP. El Partido Popuilar debe cambiar la forma de comunicar su mensaje, para que más personas (aún reacias a trasvasar su voto del PSOE al PP, pero moderadas en su discurso) vean la deriva a la que nos lleva este aventurero de la política, este aprendiz de brujo que ocupa La Moncloa. Pero el fondo del mensaje (incompetencia en materia económica, defensa de la libertad individual frente al creciente 'estatismo', defensa de la unidad de España y de la igualdad de los españoles, no cesión al chantaje de los nacionalistas...) debe permanecer inalterable. Quizá podemos aceptar que algunas personas que han llevado la voz cantante durante esta última legislatura deban cambiar. Formaría parte de ese 'cambio de la forma del mensaje'. El PP cambiaría el envoltorio de Zaplano por el de Soraya o el de Acebes por el de González Pons. No tendría más importancia...
Pero no es eso lo que está haciendo Mariano Rajoy. Está cambiando el fondo del mensaje del PP. María San Gil abandona la ponencia marco porque no cree que ante los nacionalistas se deba ser 'simpático' (Feijoo dixit) o que 'hay que buscar acercamientos a los nacionalistas moderados en cada Comunidad Autónoma' (Soria dixit). Lo que se transmite no es la idea de que el discurso del PP debe ser mejor explicado, sino que hay que cambiarlo, mimetizarlo con el del PSOE, aceptar el cambio de regimen sin pestañear y ser 'parte del paisaje'. Pero de lo que no se da cuenta Mariano es de que así, lo único que logrará es que para votar las políticas del PSOE, se vote al PSOE... Porque si el cambio es la sonrisa de ZP por la barba de Mariano o los modelitos de Vice-Vogue por la melena de Soraya, los 'corrutos' de Pepiño por la espléndida lucidez de Glez. Pons, ¡qué tristeza de cambio! ¡Qué triste porvenir le queda a loq ue un día fue una nación gloriosa!
Algo parecido parece que le está pasando a Mariano Rajoy. Heredó un partido unido, liberal y conservador, con una idea clara de España y de lo que debía hacer ante los embates nacionalistas. La gente que componía la cúpula del PP era gente aún joven (pensemos en Zaplana, en Acebes, en Mayor Oreja...) a la que se podían sumar 'nuevos talentos' que fueran surgiendo. La idea clave era delimitar que ante las diversas derivas que en política autonómica, política internacional o política social tomaba el PSOE de Rodríguez Zapatero, el Partido Popular representaba un punto de anclaje para la sociedad española. Ante la presión de los nacionalismos, el PP suponía la defensa de la igualdad de todos los españoles ante la ley. De hecho, en las útlimas elecciones generales, el PP ha logrado el segundo mejor resultado en términos absolutos (sólo superado por la mayoría absoluta de Aznar en el 2000, con un PSOE/IU en clara crisis identitaria) de su historia. Cierto que no ha ganado, pero la distancia se ha acortado con respecto a la difícil elección de 2004, y ha sido un trasvase de 'voto útil para que no gane el PP' el que ha provocado la victoria de ZP. El Partido Popuilar debe cambiar la forma de comunicar su mensaje, para que más personas (aún reacias a trasvasar su voto del PSOE al PP, pero moderadas en su discurso) vean la deriva a la que nos lleva este aventurero de la política, este aprendiz de brujo que ocupa La Moncloa. Pero el fondo del mensaje (incompetencia en materia económica, defensa de la libertad individual frente al creciente 'estatismo', defensa de la unidad de España y de la igualdad de los españoles, no cesión al chantaje de los nacionalistas...) debe permanecer inalterable. Quizá podemos aceptar que algunas personas que han llevado la voz cantante durante esta última legislatura deban cambiar. Formaría parte de ese 'cambio de la forma del mensaje'. El PP cambiaría el envoltorio de Zaplano por el de Soraya o el de Acebes por el de González Pons. No tendría más importancia...
Pero no es eso lo que está haciendo Mariano Rajoy. Está cambiando el fondo del mensaje del PP. María San Gil abandona la ponencia marco porque no cree que ante los nacionalistas se deba ser 'simpático' (Feijoo dixit) o que 'hay que buscar acercamientos a los nacionalistas moderados en cada Comunidad Autónoma' (Soria dixit). Lo que se transmite no es la idea de que el discurso del PP debe ser mejor explicado, sino que hay que cambiarlo, mimetizarlo con el del PSOE, aceptar el cambio de regimen sin pestañear y ser 'parte del paisaje'. Pero de lo que no se da cuenta Mariano es de que así, lo único que logrará es que para votar las políticas del PSOE, se vote al PSOE... Porque si el cambio es la sonrisa de ZP por la barba de Mariano o los modelitos de Vice-Vogue por la melena de Soraya, los 'corrutos' de Pepiño por la espléndida lucidez de Glez. Pons, ¡qué tristeza de cambio! ¡Qué triste porvenir le queda a loq ue un día fue una nación gloriosa!
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