La huelga fracasó, ¿y ahora qué?

Que la huelga ha sido un rotundo fracaso es algo que no escapa a cualquiera que ayer saliera a la calle e intentara moverse por el país. Salvo en la industria (y no demasiado) y en ciertos centros de autobuses, y sólo gracias a la violencia piquetera, la huelga no se ha notado en el funcionamiento del país. Nadie ha seguido a estos sindicatos que durante dos años de crisis económica han estado dándose el pico con el Gobierno (ayer mismo era enternecedor, tras la huelga, ver a De la Vega Vogue y a Cándido Villamagna Méndez juntitos en la SER) y que ahora protestan no para cambiar al Gobierno que nos lleva a la ruina, sino para que abandone su actual avatar (Méndez dixit).

Desde luego, debe tener consecuencias en el panorama político español este fracaso en la mayor apuesta del sindicalismo de pesebre en los últimos años. Medidas que, tras al desafección de los ciudadanos ante el terrorismo sindical, cualquier político debería poner en marcha:

- Supresión de las subvenciones sindicales: deben mantenerse, como cualquier otra asociación profesional con las cuotas que libremente aporten sus afiliados.
- Supresión del concepto de liberado sindical, o al menos su limitación a un tiempo determinado, tras el cual, o el sindicato lo contrata para trabajar en él o bien vuelve a su puesto de trabajo.
- Redacción de una ley de huelga que prohíba terminantemente los piquetes informativos y considere delito de especial gravedad la coacción a los ciudadanos en días de huelga.
- Desaparición de los convenios nacionales, promoviendo la obligatoriedad de que las empresas de más de 50 trabajadores pacten los acuerdos entre empresario y representantes de los trabajadores, dejando un acuerdo marco para aquellas empresas de menos de esa cifra de trabajadores. De esta manera se promueve el acuerdo dentro de la empresa, adaptando los trabajadores y el empresario su propio convenio a las necesidades de su empresa. Aquí los sindicatos tendrían, como las asociaciones empresariales, una labor de servicio jurídico, etc.
- Desaparición de la falacia del diálogo social: las leyes se negocian y se pactan en el Parlamento entre las fuerzas políticas (otra cosa es que haya que además prohibirles que las hagan a oscuras y que se lo mangoneen entre ellos) y no con unos supuestos representantes...

Así para empezar, no estaría mal. Son medidas que pueden discutirse, matizarse, pero creo que son imprescindibles. No podemos seguir en manos de unos sindicatos que no defienden a los trabajadores sino sus prebendas (genial el comentario de César Vidal cuando afirma que el grito de a las barricadas se ha cambiado hoy entre los liberados sindicales por el de a las mariscadas), en una casta empresarial sin empresas (¿qué diablos hace un tipo como Díaz Ferrán de presidente de los empresarios? Un tío que no pagaba las cuotas a la Seguridad Social de sus trabajadores, que ha quebrado varias empresas... ese, es el que representa los empresarios). Hoy esta es la situación: representan a los trabajadores unos tíos que no trabajan y a los empresarios un tío sin empresa... ¡impresionante!

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