¿Tiene futuro el mundo islámico?
Hemos visto estos días como han comenzado a caer (como un castillo de naipes) los diferentes regímenes islámicos del Magreb (Túnez y Egipto han sido los primeros, pero se extiende por Argelia, Libia, Marruecos y llega hasta la península arábiga...). Es cierto que no es lo mismo que lo que sucede en Túnez que en Libia, en Argelia que en Egipto... pero parece evidente que algo se está descomponiendo en las diferentes dictaduras, la mayor parte de ellas de corte militar o al menos con la anuencia del ejército, que durante años han ido sojuzgando a estos pueblos. Mientras la situación económica se mantenía boyante (son países con enormes recursos naturales), estos líderes eran aclamados por las masas. Pero ha llegado la crisis económica, y con ella la escasez. A ello súmale que masas de jóvenes han conocido las democracias occidentales porque se han formado en ellas (en Francia, en el Reino Unido o en España, y algunos más en los EEUU), con lo que la libertad se ha incorporado a ellos de forma indeleble. Además, tenemos el componente extremista islámico, que ve a estos sátrapas como condescendientes con Occidente (El Gran Satán). Si nos fijamos, son todos muy diferentes, con cosmovisiones de la sociedad también muy diferentes, pero con algo en común: cambiar, de momento destruir lo existente.
El riesgo para Occidente (y que algunos están empezando a ver ya) es que, como suele suceder en estos casos, sean los más violentos los que terminen imponiendo su modelo. Es la historia el Islam desde sus comienzos: los más violentos han logrado siempre imponer sus tesis, de forma que a una dictadura islámica, siempre sigue otra... nunca han conocido el sabor de la libertad. Lo estamos viendo en Irak o en Afganistán, donde difícilmente se abre paso algo que se parezca a la libertad y la democracia como la conocemos en Occidente. Ya hemos hablado alguna vez que la democracia liberal es la consecuencia lógica, como fruto maduro, de la concepción que de la libertad, de la naturaleza humana que tiene el cristianismo (y el famoso: dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios), y que no se ha dado en otros lugares hacia oriente. Las democracias que conocemos sólo han surgido en países de tradición cristiana (salvo quizá Japón y Corea del Sur).
Es por ello complicado que triunfe un modelo democrático en estos países (o bien habrá miedo y terror por parte de la minoría islamista o bien la mayoría de la población se inclinará a seguir a los imanes y su sharia). Y nada me gustaría más que equivocarme y estar en unos meses contradiciéndome a mí mismo. Pero me temo que no me equivocaré. Ahora bien, un modelo similar al de Gadafi, o más duro en lo referente a la ley islámica (pienso en Irán), no tendrá tampoco futuro a medio plazo: las nuevas tecnologías, la necesidad de abrirse a un mundo global no van a hacer sino el exponer a los ciudadanos de esos países al secularismo y a las ansias de libertad. No puedes pretender mantener un estado mínimamente viable en lo económico si renuncias a la apertura al exterior, a que tus mejores ciudadanos estudien en las mejores universidades y vuelvan para construir un país más próspero... pero esa prosperidad sólo es posible con libertad (económica y personal). Creo que estamos ante una crisis (ese momento en el que lo viejo no vale y lo nuevo no acaba de llegar...), y que es muy importante el estar atento, el apostar por los valores más puros de Occidente: libertad individual, librepensamiento, democracia, libertad religiosa, solidaridad y apertura a la verdad. Sólo de esta manera ayudaremos a los que de verdad quieren cambiar el mundo islámico. Pero el actual está dando sus estertores, queda por saber si de ahí saldrá más libertad o más muerte y sangre. Veremos, pero vivimos una época apasionante.
El riesgo para Occidente (y que algunos están empezando a ver ya) es que, como suele suceder en estos casos, sean los más violentos los que terminen imponiendo su modelo. Es la historia el Islam desde sus comienzos: los más violentos han logrado siempre imponer sus tesis, de forma que a una dictadura islámica, siempre sigue otra... nunca han conocido el sabor de la libertad. Lo estamos viendo en Irak o en Afganistán, donde difícilmente se abre paso algo que se parezca a la libertad y la democracia como la conocemos en Occidente. Ya hemos hablado alguna vez que la democracia liberal es la consecuencia lógica, como fruto maduro, de la concepción que de la libertad, de la naturaleza humana que tiene el cristianismo (y el famoso: dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios), y que no se ha dado en otros lugares hacia oriente. Las democracias que conocemos sólo han surgido en países de tradición cristiana (salvo quizá Japón y Corea del Sur).
Es por ello complicado que triunfe un modelo democrático en estos países (o bien habrá miedo y terror por parte de la minoría islamista o bien la mayoría de la población se inclinará a seguir a los imanes y su sharia). Y nada me gustaría más que equivocarme y estar en unos meses contradiciéndome a mí mismo. Pero me temo que no me equivocaré. Ahora bien, un modelo similar al de Gadafi, o más duro en lo referente a la ley islámica (pienso en Irán), no tendrá tampoco futuro a medio plazo: las nuevas tecnologías, la necesidad de abrirse a un mundo global no van a hacer sino el exponer a los ciudadanos de esos países al secularismo y a las ansias de libertad. No puedes pretender mantener un estado mínimamente viable en lo económico si renuncias a la apertura al exterior, a que tus mejores ciudadanos estudien en las mejores universidades y vuelvan para construir un país más próspero... pero esa prosperidad sólo es posible con libertad (económica y personal). Creo que estamos ante una crisis (ese momento en el que lo viejo no vale y lo nuevo no acaba de llegar...), y que es muy importante el estar atento, el apostar por los valores más puros de Occidente: libertad individual, librepensamiento, democracia, libertad religiosa, solidaridad y apertura a la verdad. Sólo de esta manera ayudaremos a los que de verdad quieren cambiar el mundo islámico. Pero el actual está dando sus estertores, queda por saber si de ahí saldrá más libertad o más muerte y sangre. Veremos, pero vivimos una época apasionante.
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