Camps dimite

La primera consideración a la noticia del día es que llega tarde. Cierto que el hecho de que le regalaran unos trajes es, ante la pequeña Paulita o el caballo volador de don José, una cuestión ciertamente menor, pero si el PP quiere dejar distanciarse de la corrupción del PSOE (que por lo que hemos visto tras las elecciones era absolutamente generalizada), debe mostrarse modélico ahí donde el PSOE no lo es. La moral pública ha ido cayendo en España desde el comienzo de la democracia hasta hoy. Se ve como normal que un político reciba regalos, sean estos grandes o pequeños; es 'normal' que en una conversación se deslice el famoso 'conozco a un amigo en la administración que puede arreglarnos el asunto'; es lógico que se empleen medios públicos para usos privados... ser político se ve como un chollo. Pero es que esto no debería ser así. La política es ante todo servicio. Estoy convencido de que Camps es un hombre honesto, pero, imbuido de esa moral relajada de lo público, acepta unos regalos (más o menos caros, pero a un proveedor se le regala una botellita en Navidad, al director general el jamón con cesta, al que decide un palco en el Bernabéu para ver la Champions... y a otros una sesión de sauna -a elegir yegua o caballo, carne o pescado-). Quizá no hubo ni contraprestación: no hacía falta, los que tienen que tratar con los gürtelinos ya saben que 'es amigo del presidente'. Suficiente tarjeta de entrada, pero no es excepción. Hoy ser amigo del político de turno puede abrirte las puertas de contratos con la administración sin que él intervenga. Basta con dejarse ver. Recordemos por ejemplo las facilidades de Lorenzo Sanz para moverse por el Ayuntamiento de Madrid o los cafelitos de Mienmano, o las subvenciones a las empresas asesoradas por hijos de políticos. No hace falta que digan nada: ¿quién le niega una subvención a una empresa que pone en su pie 'Paula Chaves'? ¿Quién niega un contrato de patrocinio a una hípica que tiene por dueño al ministro de defensa, ex-presidente de la Junta de Castilla-La Mancha? ¿Han intervenido personalmente? No, ni falta que hace.


El problema de España no es sólo de moral pública por 'arriba'. Lo es por todos lados. Todos, más o menos alguna vez, hemos echado mano de 'ese amigo' que nos consiga algo. Si mal está en la empresa privada - ahí al menos juegan con su dinero-, es intolerable con lo público. Y mientras eso no cambie, dará igual las leyes que se hagan, los juicios que se impongan. Lo único que puede cambiarlo es una apuesta decidida por la ética y la moral en los negocios y en la vida. El amiguismo no es más que la extensión de ese relajamiento moral que hace que uno no viva la justicia.

¿Que Camps dimite? Bien está que lo haga, pero mientras no cambiemos las formas de hacer de la sociedad española, los camps de turno seguirán aceptando regalos de los bigotes de al lado.

Capítulo aparte merecen los medios de comunicación. Mientras a Camps se le fustiga por todos lados con razón, vemos a muchos periodistas (Calleja, Díez, Iglesias, Sopena, Escolar...) como callan ante los faisanes (incluso lo justifican en 'aras de la paz'!!!!) o los 'caballos regalados a los que no se les miraba el diente', o las 'subvenciones familiares' andaluzas o los Ere's mágicos donde todo socialista cabía... Muchos medios, si quieren mantener la credibilidad deben ser ecuánimes: da lo mismo Camps que Bono, Chaves que Rubalcaba. Todos deben responder por sus actos, sin preguntar cuál es su afiliación política.

Mucho hay que cambiar en España, la dimisión de Camps puede ser el comienzo de una regeneración. Esperemos.

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