La democracia en los partidos
Ya lo hemos tratado en otras ocasiones al hablar sobre la crisis que atenaza al sistema de partidos, pero las últimas noticias sobre las candidaturas que ya empiezan a configurarse en los principales partidos de cara a las elecciones municipales y autonómicas del 2011, nos hace retomar la cuestión. Según nuestra Constitución, los partidos políticos en su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos. No lo dice como una especie de desideratum que lo haga conveniente, bueno o deseable. No, es un mandato a cómo deben funcionar. ¿Funcionan así los partidos políticos? Ni por asomo. Conozco gente muy válida en partidos políticos, que seguramente hubieran llegado allí por sólo esa valía, pero hay muchos otros cuyo único mérito es haber limpiado las botas al jefe de turno en el partido.
Lo acabamos de ver en la forma en la que el secretario general del Partido Socialista, José Luis Rodríguez Zapatero ha intentado imponer al partido en Madrid su candidato, por encima del secretario en esta comunidad, Tomás Gómez. para poner a su chica Trinidad Jiménez. En el partido socialista existe un método para la elección de candidatos que es el de las primarias. Fue el primer partido en ponerlas y fue como una bocanada de aire fresco en un panorama desolador. Pero el dar a los militantes (y simpatizantes como en el caso de EEUU) el poder de elegir a los candidatos sin que las cúpulas de los partidos puedan imponerlo, era demasiado riesgo para dejarlo pasar sin más. Pero la vuelta atrás, era también complicada, así que formalmente las primarias existen, pero en la realidad se usan muy poco. Pero es que además, normalmente, no son disputas honestas: no todos los candidatos cuentan con la misma ventaja. Por ejemplo, si un candidato es el secretario general del partido (máximo líder) cuanta con todo el aparato organizativo a su servicio para ganar la contienda y juega con ventaja con respecto a su contrincante. Si el candidato es un ministro o consejero en ejercicio, cuenta con ventaja para ser conocido por los militantes. Si el candidato cuenta con todo el apoyo del aparato nacional frente a un outsider, contará con ventaja. Lo lógico sería que ambos participasen libres de estas ataduras, que no tuvieran cargos organizativos, o que si los tienen renuncien a ellos para ir a la contienda. En EEUU, de donde son más comunes la primarias, el presidente del partido o el líder en el Congreso no se presenta y si lo hace, antes abandona el puesto (no así el de senador o congresista, ya que ese es un puesto electivo por parte de los ciudadanos). Pero esto es España y las costumbres democráticas brillan por su ausencia... Así lo vemos en el caso de Tomás Gómez y Trinidad Jiménez: uno secretario general del partido en Madrid, la otra ministra de Sanidad y cuenta con todo el apoyo del aparato de Ferraz (Zapatero, Blanco y demás). Por supuesto que el tercero en discordia nadie sabe quién es... Ahora ambos jugarán con cartas marcadas, diferentes cada uno, ases por un lado y reyes por otro... pero marcadas. No es una pelea limpia, no es una pelea en igualdad porque ambos tienen mecanismos para influir en los electores de forma torticera. Si ambos renunciasen a sus cargos, ambos se presentasen libres de posibilidades extras, las cúpulas de los partidos (en Madrid y a nivel nacional) se callan y se muestran neutrales, quizá fuera una buena cosa para la democracia en España, pero Zapatero quiere imponer, otra vez, a su candidata en Madrid, y no será una lucha limpia. Por el momento ya ha comenzado a filtrar encuestas a favor de Trinidad. Y claro, las huestes de Gómez comienzan a influir en las agrupaciones locales... siniestro todo.
Pero no sólo en el PSOE están así. Peor es lo del PP, donde la elección de los candidatos es por designio divino (léase Rajoy). Porque si malo son elecciones amañadas, peor es la ausencia de elección. Si a los militantes del PP de Madrid le diesen la posibilidad de elegir entre Gallardón y, por ejemplo, Lucía Figar, ¿a quién elegirían? Por eso ya lo pone Mariano. Lo dicho, lo que dice la Constitución no se cumple. Por eso Rajoy ya dijo el otro día que él no entraba en los problemas internos del PSOE porque a él no le gusta que lo hagan en el caso de su partido... Normal, ¡mira que si nos damos cuenta de que la democracia en los partidos es inexistente!
Lo acabamos de ver en la forma en la que el secretario general del Partido Socialista, José Luis Rodríguez Zapatero ha intentado imponer al partido en Madrid su candidato, por encima del secretario en esta comunidad, Tomás Gómez. para poner a su chica Trinidad Jiménez. En el partido socialista existe un método para la elección de candidatos que es el de las primarias. Fue el primer partido en ponerlas y fue como una bocanada de aire fresco en un panorama desolador. Pero el dar a los militantes (y simpatizantes como en el caso de EEUU) el poder de elegir a los candidatos sin que las cúpulas de los partidos puedan imponerlo, era demasiado riesgo para dejarlo pasar sin más. Pero la vuelta atrás, era también complicada, así que formalmente las primarias existen, pero en la realidad se usan muy poco. Pero es que además, normalmente, no son disputas honestas: no todos los candidatos cuentan con la misma ventaja. Por ejemplo, si un candidato es el secretario general del partido (máximo líder) cuanta con todo el aparato organizativo a su servicio para ganar la contienda y juega con ventaja con respecto a su contrincante. Si el candidato es un ministro o consejero en ejercicio, cuenta con ventaja para ser conocido por los militantes. Si el candidato cuenta con todo el apoyo del aparato nacional frente a un outsider, contará con ventaja. Lo lógico sería que ambos participasen libres de estas ataduras, que no tuvieran cargos organizativos, o que si los tienen renuncien a ellos para ir a la contienda. En EEUU, de donde son más comunes la primarias, el presidente del partido o el líder en el Congreso no se presenta y si lo hace, antes abandona el puesto (no así el de senador o congresista, ya que ese es un puesto electivo por parte de los ciudadanos). Pero esto es España y las costumbres democráticas brillan por su ausencia... Así lo vemos en el caso de Tomás Gómez y Trinidad Jiménez: uno secretario general del partido en Madrid, la otra ministra de Sanidad y cuenta con todo el apoyo del aparato de Ferraz (Zapatero, Blanco y demás). Por supuesto que el tercero en discordia nadie sabe quién es... Ahora ambos jugarán con cartas marcadas, diferentes cada uno, ases por un lado y reyes por otro... pero marcadas. No es una pelea limpia, no es una pelea en igualdad porque ambos tienen mecanismos para influir en los electores de forma torticera. Si ambos renunciasen a sus cargos, ambos se presentasen libres de posibilidades extras, las cúpulas de los partidos (en Madrid y a nivel nacional) se callan y se muestran neutrales, quizá fuera una buena cosa para la democracia en España, pero Zapatero quiere imponer, otra vez, a su candidata en Madrid, y no será una lucha limpia. Por el momento ya ha comenzado a filtrar encuestas a favor de Trinidad. Y claro, las huestes de Gómez comienzan a influir en las agrupaciones locales... siniestro todo.
Pero no sólo en el PSOE están así. Peor es lo del PP, donde la elección de los candidatos es por designio divino (léase Rajoy). Porque si malo son elecciones amañadas, peor es la ausencia de elección. Si a los militantes del PP de Madrid le diesen la posibilidad de elegir entre Gallardón y, por ejemplo, Lucía Figar, ¿a quién elegirían? Por eso ya lo pone Mariano. Lo dicho, lo que dice la Constitución no se cumple. Por eso Rajoy ya dijo el otro día que él no entraba en los problemas internos del PSOE porque a él no le gusta que lo hagan en el caso de su partido... Normal, ¡mira que si nos damos cuenta de que la democracia en los partidos es inexistente!
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