De los perroflautas y otras especies

Hasta que uno llegó a la Facultad de Periodismo, un cierto romanticismo inundaba la visión que sobre la bendita profesión de contar las cosas, que decía José María García, tenía un servidor. Uno pensaba, en su bisoñez, que el periodista contaba lo que pasaba, que tenía que ser objetivo, que tenía que limitarse a ser los ojos y los oídos de todos aquellos que no podían estar en cada lugar de la noticia. La idea era la de objetividad. Pero, claro, al comenzar a estudiar se descubre que la objetividad es imposible, ya que la realidad está siempre tamizada por un sujeto y por tanto pasa a ser, una vez comunicada, subjetiva. El periodista ya no puede ser objetivo. Se le debe pedir que sea al menos honesto con la audiencia que tiene: así veo yo las cosas, es un lado de la realidad, de la verdad que no puede ser agotada en sí misma. Yo no le voy a mentir, le diré cómo lo veo yo, que quizá difiera de como lo ve otro compañero de profesión, pero será porque uno lo ve desde un ángulo y otro desde otro... simple cuestión de perspectiva y punto de vista.

¿A qué viene esto? Pues al hecho de que me ha resultado muy sorprendente la valoración que muchos medios (casi la totalidad) han hecho del llamado movimiento 15M. La hipérbole es un recurso muy empleado en poesía, pero en la información no conviene emplearlo con demasiada asiduidad. Y creo que aquí hemos sido (todos, yo también) hiperbólicos. Unos cientos de personas (vale, en algunos momentos dos mil o tres mil) han ocupado de forma ilegal las plazas de nuestras ciudades durante un mes pidiendo las cosas más peregrinas (al final se han puesto de acuerdo en cuatro cosas sólo) ya que cada uno estaba indignado por cosas diferentes (quien contra los bancos que se llevaban su casa tras no pagar su hipoteca, quien con el gobierno por no sacar oposiciones o por reformar el mercado de trabajo, quien con el mundo que no le da una oportunidad tras terminar la carrera, quien contra el sistema en su totalidad por considerarlo injusto, quien contra el hambre en el tercer mundo...), aunque tenían algo en común: están indignados. Quizá en los primeros días, cuando la indignación era popular y espontánea, cuando todo amenazaba con ser un movimiento in crescendo, quizá entonces se le debió prestar atención, pero... un mes después, cuando lo que queda allí son unas decenas de antisistema, okupas y demás. ¿Qué importancia a que darle a eso? Los ciudadanos se ilusionaron con una indignación ante unos políticos que viven en otro mundo, que no se rebajan a los problemas de los ciudadanos, que simplemente cambian de coche oficial a despacho oficial y comida pagada por los contribuyentes. Pero pronto ese movimiento heterogéneo fue fagocitado por lo peorcito de la sociedad: la extrema izquierda antisistema. A la semana se vio con un primer manifiesto en el que se copiaba el programa económico de IU. Muchos se bajaron entonces del movimiento... y otros lo trataron de reconducir. Se dejó entonces como puntos de consenso cuatro reformas políticas con las que cualquier ciudadano que no sea político profesional estaría de acuerdo.

Pero ya digo que en lo que ha quedado el movimiento es en un grupúsculo de izquierda antisistema cuyas últimas actuaciones han sido protestar delante del Parlamento contra la reforma laboral (que no es tal reforma) que no ha aprobado el Parlamento sino el gobierno socialista (es curioso, pero nunca han protestado ante La Moncloa...), y asaltar sedes del PP en algunos lugares de España (también curioso, que yo sepa el PP es la oposición). Pues todos los medios dando palmas a estos grupos cuyo horizonte debería ser la comisaría más próxima (sino pruebe usted a poner una tienda de campaña en una plaza pública y acampar allí durante semanas, haciendo sus necesidades en la vía pública y eso. No creo que tarde mucho en ser visitante de los calabozos), y afirmando que se trata de un movimiento a tener en cuenta. Quizá en eso pueda estar de acuerdo, ya que el modelo es similar al empleado en 2003-2004: grupos de extrema izquierda que aglutinan el malestar popular (ante la guerra de Irak entonces, ante la crisis y los políticos hoy) para terminar asaltando las sedes de la derecha en la jornada de reflexión...

Y los periodistas damos importancia a este tipo de movimientos que no han decidido, por ejemplo, emplear los recursos que el sistema les deja (sobre todo si son tan representativos como dicen). ¿Por qué no una iniciativa legislativa popular para promover la modificación de la ley electoral? Hay movimientos de protesta en los últimos años que lo han hecho así, y se les ha prestado mucha menos atención: las víctimas del terrorismo no debían ser escuchadas en la lucha antiterrorista (estaban afectadas las pobres) pese a que salían a las calles por millones (¡y respetando la ley!); las miles de familias que salían a defender el matrimonio o la libertad de educación pacíficamente y se volvían a su casa sin acampar en la calle eran la derecha extrema; los defensores de la vida, millones en toda España, no deben ser escuchados ni aunque lleven una iniciativa legislativa con cientos de miles de firmas... pero los perroflautas que son tres y el del tambor, esos sí, esos son un movimiento a tener en cuenta. Vale que lo digan los restos del paleocomunismo que aún queda (los amigos de Fidel y el Gorila, los filonazis propalestinos...), pero que muchos periodistas serios, lo hagan/hagamos... eso ya es confundir la anécdota con la categoría.

Vamos, digo yo...

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