La libertad perdida de España
Ayer, el presidente del Gobierno tomó unas decisiones duras que apuntalan un poco más el destrozo que se hizo en la clase media tras la primera batería de medidas de Zapatero en 2010 y de Rajoy nada más llegar al Gobierno. Ahora es la subida del IVA que se suma a la que ya tuvimos hace dos años, a la subida del IRPF de hacer ¡seis meses!, las subidas de impuestos especiales, energía, cancelación de becas y ayudas... en fin, mejor no seguir.
Debió ser un mal trago para Rajoy el tener que emplear palabras similares a las de la epifanía de ZP en mayo del 2010. Él que le dijo de todo al anterior presidente, hoy tenía que hacer un recorte y subida de impuestos similar. La frase más demoledora que dijo el presidente, de la que hoy se hacen eco muchos medios, fue: 'Los españoles hemos llegado a un punto en que no podemos elegir entre quedarnos como estamos o hacer sacrificios. No tenemos esa libertad.' Es muy duro el que hoy seamos -Rubalcaba y el resto de la oposición tiene razón- un 'país intervenido'. No podíamos hacer frente a nuestras obligaciones (heredadas si se quiere, pero cada presidente se hace cargo de lo que el otro le deja, es el país lo que tiene que gestionar, esté como esté) y nuestros acreedores, aquellos que durante años nos dejaban el dinero para construir aeropuertos en medio de la meseta o en un 'pueblo' como Castellón, aquellos que nos daban el parné para abrir universidades de dudosísima calidad en cada capital de provincia, esos mismos, nos exigen esfuerzos extraordinarios para que les paguemos.
Pero no hemos llegado aquí solamente por la gestión de Rodríguez Zapatero (el peor presidente desde Godoy y que en un país serio terminaría juzgado por traición), sino que es una deriva a la que llegamos desde la muerte de Franco hasta hoy. Nuestra Transición fue modélica, eso es cierto. Y lo fue porque el riesgo mayor que había era el de la involución hacia un sistema autoritario al modelo argentino o chileno o bien irnos hacia el socialismo marxista del Chile de Allende o de la Rumanía de Ceaucescu. Y los españoles conseguimos equilibrar todo de manera que estos riesgos se disiparon. Mérito tuvieron ahí personas como Suárez, Fraga, Carrillo, el propio Felipe González, el Rey (hoy gagá ya), etc. Pero una vez se hizo ese trabajo, parece que los españoles y en especial las nuevas cúpulas que iban llegando a los partidos pensamos que esto sólo podía ir para adelante. Y comenzamos a hacer crecer el Estado de forma desmesurada. Había dinero, sobre todo al entrar en el Mercado Común con sus ayudas, y luego con el euro que nos daba la garantía del apoyo del resto de Europa a un país que aún tenía costes bajos, clima espectacular y estabilidad institucional.
Lo que en principio fue una buena idea, las Autonomías que sustituyeran a las regiones de antaño, comenzó a convertirse en un monstruo burocrático, mientras no desaparecían las mismas funciones en Ayuntamientos, Diputaciones y Estado Central. Cada Autonomía comenzó a fagocitar más y más competencias, a poner sus propias leyes diferentes de las del resto de Autonomías, a la que sumamos los diferentes regímenes legales de los municipios hacen que transitar por el Corpus legal español sea una odisea. Pensábamos que dando autonomía a algunas regiones de España terminaríamos con los problemas que desde el siglo XIX el nacionalismo catalán y vasco (un invento sin base histórica ni cultural alguna) suponían para la convivencia. Nada más lejos de la realidad: su voracidad ha sido enorme, han ido convirtiendo esa autonomía en micro-estados donde no se respeta ni la ley, han alimentado el independentismo y han agotado recursos económicos sin cuento de todos los españoles para hacerse reyezuelos de su territorio. Y todo este tinglado de las CCAA nos ha costado un dineral, se ha ido comiendo los recursos de un país próspero sin que ninguno de los presidentes (Suarez, Felipe González, Aznar, Zapatero u hoy Rajoy) hayan hecho nada por pararlo. Al contrario, los partidos han ido creciendo al lado de las nuevas administraciones, con sus nuevos ministrines que suponen nuevas prebendas y cortijos para los apparatchik del partido, premiando su fidelidad al líder. Y cada consejero necesita ser aconsejado/alabado por su corte de asesores porque él no sabe nada de cultura o de economía o de sanidad, está puesto allí por la fidelidad al caudillo nacional o autonómico... o municipal. Pero España crece porque los españoles somos un pueblo noble y orgulloso y trabajamos para hacernos con esa riqueza. Pese a todas esas dificultades, parásitos a los que mantenemos, España crece, muchas empresas están a la vanguardia en tecnología, investigación o desarrollo. Muchos españoles encuentran acomodo en las primeras economías del mundo, mientras la Universidad Española languidece. Cada virrey quiere su Universidad, para moldear a las nuevas generaciones: y así surgen emporios de colocación de doctorandos cuya experiencia en aquello que enseñan son unas prácticas de verano, y nacen universidades aquí y allá, campus costosísimos y de calidad francamente mejorable. Y necesitaban nuestros políticos una fuente de financiación. Y ahí estaban las Cajas de Ahorro, unos inventos de la sociedad civil (muchas de la Iglesia en el siglo XIX) para evitar pasar por la usura de los bancos que rápidamente fueron fagocitados por nuestros próceres. de nuevo un lugar donde colocar a amiguetes, liberados, ex-ministros y demás¿Sabían algo de banca? No, ¿y para qué? Si de lo que se trataba era de que favorecieran las inversiones de la CCAA, al partido de turno, etc. Luego eso ha llevado a la quiebra, claro, porque ¿alguien esperaba que si le das a un mono una escopeta no termine dándote un tiro? Pues darle a un funcionario del partido o del sindicato un banco es como darle a un mono una escopeta: un peligro. Más deuda, porque son entidades públicas, que sumar a lo que llevamos.
El Estado, en sus diferentes administraciones, ocupa ya más de la mitad del Producto Interior Bruto del país: estamos a niveles de países socialistas. El franquismo tenía menos peso en la economía que hoy nuestro Estado Socialista del Bienestar. Como ya no tenemos dinero para sostenerlos comienzan nuestros políticos a endeudarnos y nos animan a ello con precios del dinero (tipos de interés) tan bajos que hacen que nos lancemos a gastar: así todo el país es una juerga. Casas, chalets, apartamentos en la playa, aeropuertos inútiles, líneas de ferrocarril que no llevan viajeros, sanidad universal para quien ni la paga, incluimos cualquier cosa dentro del catálogo de prestaciones, reducimos el número de niños por profesor y su coste, ningún colegio sin su pabellón polideportivo (que está muy bien, pero algunos hacíamos deporte en pistas de cemento y no tenemos ningún trauma, oiga) ni sin su laboratorio ni sin su biblioteca de aula... todo maravilloso, pero el problema era que el dinero que gastábamos no era nuestro.
Y un día nos dicen que ¡¡tenemos que devolverlo!! y descubrimos que con la mitad del PIB en manos del Estado (improductivo, simple gasto por definición), es imposible generar los recursos para devolver lo que debemos. Y nuestros acreedores lo saben, y hoy nos piden cuentas... y tenemos que hacer lo que nos dicen. España no tiene libertad. ¡Si al menos aprendiésemos la lección!
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