Bruselas, última parada?

Hoy ha sido Bruselas. Antes lo fue París, Londres, Madrid o Nueva York. Es todos los días en Siria, en Irak o en Afganistán. Y las imágenes se repiten. Flores en los lugares de los atentados, velas en honor de los muertos. Lágrimas espontáneas de los ciudadanos europeos en todas las ciudadades. "Yo viajo todos los días en ese tren. Podría haberle pasado a cualquiera". "Hoy decidí coger el coche y eso me ha salvado la vida". "He oído una explosión y luego el caos. La gente corría. Ha sido horrible". Los políticos se unen en 'enérgicas condenas', en retóricos 'no nos rendieremos nunca'. Las redes sociales son todas Bruselas como antes fueron París (nunca fueron Nueva York porque los americanos son muy malos y Bush más) y como quizá mañana sean Viena o Copenhage. Los ávatar de los perfiles se visten de los colores de la bandera belga...

Pero, ¿sabemos a qué nos enfrentamos? ¿Hemos entendido ya que no estamos ante un grupo de fanáticos solamente sino que beben de una tradición y cultura determinada? Porque los que matan, aunque pueda repugnar a nuestra 'buen
a conciencia relativista', lo hacen en nombre de un Dios, se inmolan con su nombre en los labios (como bien ha señalado hoy mismo el periodista Fernando Navarro). Hace años escribí ya en el difunto SperoPress una serie de artículos (siento la autocita) tras los atentados del 7-J en Londres. Simplemente os entresaco algunos párrafos para que entendamos que el problema no ha cambiado nada -salvo a peor- en Occidente:

La pregunta que nos asola en estos momentos es ¿por qué? ¿Por qué hay personas que están dispuestas a matar a sus semejantes en actos incluso suicidas? ¿Qué extraños mecanismos mentales y sociales llevan a jóvenes con toda la vida por delante a inmolarse con un cinturón de explosivos en el cuerpo o a lanzarse con un avión sobre un rascacielos? ¿Qué momento histórico estamos viviendo para que, aparentemente, el integrismo islámico esté ganando terreno en los países de mayoría musulmana? ¿Nos encontramos ante un choque de civilizaciones como Samuel Huntington, Sartori y otros auguraban? ¿Qué responsabilidad tiene Occidente en ese posible choque? ¿Qué debemos cambiar para evitarlo?

Y si uno analiza el Islam a partir de sus textos fundacionales, se encuentra con que, salvo que hagan una transición profunda hacia la paz y la tolerancia, ésta brilla por su ausencia en el Corán:

“Haced la guerra a los que no creen en Dios ni en el día último, a los que no consideran prohibido lo que Dios y su apóstol han prohibido y a aquellos hombres de las Escrituras que no profesan la creencia de la verdad. Hacedles la guerra hasta que paguen el tributo, a todos sin excepción, aunque estén humillados” (Sura IX, v. 29)
“Matadles doquiera que los halléis y expulsadles de donde ellos os hayan expulsado. La tentación de la idolatría es peor que la carnicería en la guerra. No les libréis combate junto al oratorio sagrado, a no ser que ellos os ataquen. Si lo hacen, matadlos. Tal es la recompensa de los infieles. [..] Combatidles hasta tanto que no tengáis que temer la tentación y hasta que todo culto sea el del Dios único. Si ponen término a sus acciones, entonces no más hostilidades, a no ser contra los perversos.” (Sura II, v. 187, 189).

Esto es lo que dice el Corán. Habrá quien me alegue que debe referirse a una lucha 'espiritual'. Quizá ese salto en el vacío pueda explicarlo algún clérigo islámico, pero yo no me atrevo a hacerlo. Desde luego es una transición que el Islam deberá hacer si queremos que conviva en paz con Occidente. Pero no creo que seamos nosotros los que tenemos que cambiar, salvo en una cosa: el relativismo. Occidente ha pasado de una sana tolerancia ante el equivocado y ante el que piensa diferente a un relativismo suicida que hace que 'todo sea igual'. No existen verdades, todo es relativo, cada cual tiene 'su' verdad y todos los comportamientos son iguales, no existe ni la verdad ni el bien objetivo. Todo sería 'del cristal con el que se mirara'. Sólo existirían 'opiniones', pero no verdad. La filosofía no puede alcanzar la verdad, debemos renunciar a ello.

Ese relativismo se ha traducido en su caricatura de convivencia que es el 'multiculturalismo' del que Bélgica siempre ha estado orgulloso. Ese multiculturalismo que ha generado en su seno incapacitados sociales que se inmolan para despertar a la corrupta Europa. No les hemos dicho que todos los hombres somos iguales no por una fraternidad universal sino porque somos hijos de un mismo Creador, que nos ha hecho libres para buscarle y amarle. Que la libertad no es una desgracia de la que tenemos que huir. Que no es lo mismo una cultura donde se respete a la mujer, la libertad de las conciencias, o la libertad de expresión que una donde todo eso este penado hasta con la muerte.

No nos engañemos. Están ganando porque ante su fuerza y su determinación para morir por su fe está nuestra debilidad intelectual y carencia de valores firmes. Hubo un ministro que dijo que 'prefiero que me maten a matar' ... y era el ministro de Defensa. Es sólo una anécdota, pero ayer mismo, mientras las imágenes de los muertos estaban aún en las pantallas, muchos jóvenes lamentaban en las redes sociales que un programa de la peor telebasura (Mujeres, hombres y viceversa) hubiese sido eliminado de la parrilla para informar de los atentados. Esa es la que llaman 'la generación mejor preparada de la historia'... será para la holganza y el catre de mancebía (no temo que sepan ni lo que significa).

Occidente debe reencontrarse con una raíces que son la mezcla en partes iguales entre la filosofía griega, el derecho romano y la moral judeocristina. Lo explicaba el Papa emérito Benedicto XVI en la magistralq ue impartió en Ratisbona y que fue muy malentendida:

este encuentro [entre la fe y la filosofía griega], al que se une sucesivamente el patrimonio de Roma, creó a Europa y permanece como fundamento de lo que, con razón, se puede llamar Europa.

Peor al pérdida de estos valores en sucesivas tantas ha desdibujado a Europa cayendo en el relativismo:

El sujeto, basándose en su experiencia, decide lo que considera sostenible en el ámbito religioso, y la “conciencia” subjetiva se convierte, en definitiva, en la única instancia ética. Sin embargo, de este modo la ética y la religión pierden su poder de crear una comunidad y se convierten en un asunto totalmente personal. La situación que se crea es peligrosa para la humanidad, como se puede constatar en las patologías que amenazan a la religión y la razón, patologías que necesariamente deben explotar cuando la razón se reduce hasta tal punto que las cuestiones de la religión y la ética ya no le interesan.

Sólo volviendo a tener convicciones fuertes, Europa podrá hacer frente al mayor enemigo que tiene enfrente: el islamismo radical. Y sólo así podrá ofrecer a los musulmanes de bien algo mejor que el islamismo: libertad, verdad y bien. Porque el anhelo d
e libertad está dentro de cada hombre. No en vano:

“Dios no se complace con la sangre —dice—; no actuar según la razón (σὺν λόγω) es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma, no del cuerpo. Por tanto, quien quiere llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas. (…) Para convencer a un alma razonable no hay que recurrir al propio brazo ni a instrumentos contundentes ni a ningún otro medio con el que se pueda amenazar de muerte a una persona”.

Pero en Europa seguiremos cantando Imagine, poniendo flores y velas y mañana volveremos a olvidarnos... quizá hasta el próximo ataque, Nuestros enemigos nos saben débiles y por eso nos atacan... Salvo que despertemos.

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