El político, ¿nace o se hace?

La pregunta viene a cuento a raíz de la propuesta (que ha incendiado las redes sociales) de Esperanza Aguirre referida a que sea obligatorio en el PP haber 'cotizado a la Seguridad Social' antes de ocupar un cargo público. El sentido de la propuesta, si la he entendido bien, es evitar que la política española se llene de lo que se ha venido en llamar funcionarios de partido. Los 'pajines', 'pepiños', 'nachosuriartes', y demás gente que jamás se ha ganado la vida fuera de la política: empezaron en las juventudes del partido, obtuvieron sus primeros cargos como asesores del político de turno, subieron a concejales, luego diputados y así... hasta llegar a donde sea. Eso empobrece la vida política porque se genera una endogamia que hace imposible comprender los problemas reales de los ciudadanos. Quien nunca ha tenido que ir a una empresa a trabajar, quien nunca ha sufrido las necesidades de una empresa con sus compañeros, nunca podrá entender lo que supone una ley, una subida de impuestos o apreciar aquello que poseen los políticos en razón de su cargo.

Porque si hay algo que se ha olvidado en estos años en España es que la política es un servicio, que se está en ella de paso y que lo normal es volver a la vida civil y de trabajo pasado un tiempo prudente. Pero es que nada de esto es así en España. Aquí los políticos nacen políticos, echan los primeros dientes en los partidos políticos, donde aprenden, no a servir a los ciudadanos, sino a doblarse ante quien confecciona las listas para que no te deje sin la 'mamandurria' correspondiente. De este modo, quien finalmente asciende a las cúpulas de los partidos, en muchas ocasiones, no es el más preparado, sino quien ha sabido moverse mejor ese proceloso mundo. Y eso es lo que debemos evitar, porque el desprestigio que tiene hoy la política es directamente proporcional a la capacidad de sus rectores.

Es que además tenemos ejemplos de lo contrario: personas que han tenido un enorme prestigio en la vida civil y que son repudiados por los partidos (por sus estructuras) al llegar a la política. Pensemos en un Pizarro, por ejemplo o en un Miguel Sebastian. Nunca fueron aceptados por los funcionarios del partido, y terminaron abandonando la política. Pensaban demasiado, no eran dóciles, no se plegaban a la disciplina de partido.

Y somos los ciudadanos los que tenemos que terminar con ello. Una primera idea puede ser lo de Esperanza Aguirre, pero debemos ir hacia las circunscripciones pequeñas, las listas abiertas y el sistema mayoritario. De este modo elegimos a nuestro diputado, que con nosotros tiene su obligación y que ante nosotros responde. Y si ni aún así elegimos al mejor... eso ya es cosa nuestra.

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