Ignacio Socías: 'Cuando se respeta la libertad, nadie se puede quejar'

Ignacio Socías es el presidente de The Family Watch, el observatorio para la familia. Recientemente en ABC le han entrevistado sobre la situación de la familia en España. Copiamos y resaltamos. Desde luego hace falta un cambio real en España porque los datos son demoledores: en unos años o multiplicamos los impuestos por 2.5 o reducimos el estado del bienestar entre 2.5. Es lo que tenemos, y la familia debe dejar de ser vista como arma política de la que se aprovechan unos y otros, para ser vista como lo que es: un bien social que aporta el futuro y la supervivencia de la sociedad misma.

The Family Watch es un observatorio que, a partir del análisis de la realidad social de la familia, y desde una perspectiva interdisciplinar, se dedica a la elaboración de estudios, propuestas e iniciativas para que la familia sea mejor conocida y reciba el tratamiento y la atención adecuados a las funciones que desarrolla en la sociedad. Su origen se encuentra en la International Federation for Family Development (IFFD), un organismo internacional destinado a la coordinación de iniciativas en favor de la orientación familiar.

"Es la asociación familiar más grande del mundo porque está presente en 60 países —apunta Ignacio Socías— y Naciones Unidas nos ha concedido hace unos meses un estatus consultivo con lo que nos hemos convertido en la única institución española que lo tiene". En este mes de enero tendrán su próxima intervención en Naciones Unidas para plantear algo muy innovador como es que el concepto de exclusión social se amplíe a los efectos de las rupturas familiares.

¿Por qué se producen tantas rupturas matrimoniales y las parejas se casan cada vez menos?
Porque se ha perdido el sentido del valor del compromiso. El matrimonio siempre se había planteado como un punto de partida para un proyecto de familia, lo que tiene mucho sentido porque, por ejemplo, tener hijos y educarles es un proceso que lleva años y exige que detrás haya unos padres comprometidos a ello. Pero si, por el contrario, el matrimonio se percibe por la pareja como una simple meta porque se sienten bien juntos, será un fracaso porque los sentimientos y emociones son pasajeros. Si no se trabaja por un proyecto con perspectiva de futuro, llega un día en que la pareja no funciona.

¿Qué consecuencias tiene a medio plazo?
Esta situación afecta directamente sobre el bienestar y la felicidad. Nosotros defendemos el matrimonio porque todos los estudios de todos los países demuestran que lo que de verdad contribuye al bienestar de la persona es sentirse querido en un entorno de seguridad. Saber que hay una familia que te protege y cuida, hoy y mañana, tanto si uno gana mucho como si no, si está enfermo o no, es joven o viejo... da más felicidad que cualquier otra cosa. Además, los estudios apuntan que las parejas estables se suicidan cinco veces menos y tienen tres veces menos depresión. Algo querrá decir eso.

¿Qué se puede hacer para evitar este miedo al compromiso y al fracaso?
En toda Europa del sur, la fuerza de la familia es grandísima, lo que ha provocado que tanto en Grecia, Italia, Portugal o España no nos hayan hecho falta nunca leyes ni grandes ayudas para fortalecerla. En nuestro país, la fuerza de esta institución ha quedado más que patente con los efectos de la crisis económica. Si no fuera por la familia, la estabilidad social hubiera sido imposible con cinco millones de parados. Aún así, es cierto que el 80% de las familias son estables cuando hace unos años lo eran el 90%. El problema es que hay un déficit educativo. En nuestro último congreso mundial de Valencia, el ministro de Economía de Lituania decía que la crisis económica es, en realidad, una crisis de confianza, porque los agentes económicos no respetan los valores de siempre. Antes, cuando alguien decía que pagaría algo más adelante se respetaba por el simple valor del compromiso, de la palabra, pero ahora se pierden estos valores y uno ya no sabe si le pagarán o no por un mero compromiso verbal. Lo mismo ocurre en la familia, pues ha perdido la esencia de estos valores que son fundamentales.

¿Cómo puede una familia transmitirlos de nuevo a sus hijos?
La familia es una escuela de derechos humanos. Los padres pueden transmitirlos guiándose por el sentido común y no dejándose engañar por las excentricidades. Cuando unos padres tienen que decir "no" a su hijo, no tienen que tener miedo a hacerlo. Deben enseñarle la importancia de los valores tradicionales: la sinceridad, la generosidad, el valor de la palabra dada, la laboriosidad... También es muy importante el valor del esfuerzo, porque las cosas no se consiguen por suerte, sino por el esfuerzo realizado. Además, no deben dejarse engañar cuando ven en la televisión situaciones que no son normales. La televisión y el cine muestran situaciones de ficción y los padres deben explicarlo correctamente a sus hijos para que no equivoquen su actitud y comportamiento y traten de imitar algo que es irreal. Educar a alguien es explicar que las acciones tienen consecuencias.

¿Dónde está el verdadero problema en esta falta de valores: en la sociedad o en los padres?
Necesitamos mejores sociedades y poderes públicos más ejemplares y responsables, un sistema educativo mejor pero, sobre todo, hacen falta mejores padres, que se dediquen a educar en profundidad a sus hijos. Lo que ocurre es que si pedimos actualmente a una pareja que tenga hijos y los eduque, le estamos solicitando que sean casi héroes porque hay un montón de circunstancias que no se han resuelto para que ésto sea posible.

¿Cuáles exactamente?
Fundamentalmente la conciliación. Cuando una madre opta por primar su carrera profesional y postergar su maternidad no hace ningún favor.

¿Quiere decir que la incorporación de la mujer al trabajo ha roto el equilibrio familiar?
Más bien la falta de adecuación del mercado a la mujer. Hay un estudio de la OCDE que demuestra que los países en los que más aumenta la natalidad son aquellos en los que más mujeres trabajan, aunque parezca una contradicción. Son los países en los que las mujeres tienen más flexibilidad y las mejores condiciones laborales. En España hay un mercado laboral ajustado a las necesidades del hombre y no se piensa en las condiciones de la mujer como madre. Si para avanzar profesionalmente la mujer tiene que actuar con patrones masculinos, ser madre es un obstáculo. El problema no es la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, sino las condiciones que se le imponen. Lo que se llama familia tradicional, en la que el hombre trabajaba en el campo y la mujer en casa cuidando a los hijos, es un invento del siglo XVIII. Las mujeres han trabajado siempre en el campo, aunque cuando nada un niño dedicaban más tiempo a su maternidad. Sin embargo, en lo que se ha mejorado a lo largo de los años es en que poco a poco se va reconociendo su trabajo. En la historia se han producido cambios sociales positivos, como todo lo que aporta la mujer al mercado de trabajo para ella y para la sociedad, pero también negativos porque si no tiene hijos, la más perjudicada es ella porque se está coartando su libertad de ser madre.

¿Se crearán las condiciones necesarias con el nuevo Gobierno?
La familia no debería ser un asunto ideológico. No es problema de derechas o izquierdas porque ninguno ha funcionado bien en este aspecto. Al final, la realidad se impone en toda Europa, y en España fundamentalmente, debido al envejecimiento de la población no habrá más remedio que favorecer la natalidad, y en mayor medida cuanto más tiempo pase. La preocupación por este asunto es muy grande porque en 25 años la tasa de dependencia en nuestro país se va a multiplicar por 2,5, lo que significa que, o se multiplican los impuestos por 2,5 o se dividen las prestaciones sociales por 2,5. No hay otra. Si no, cuando necesitemos contribuyentes jóvenes, tendrán que venir de otros países. Es un tema que preocupa mucho en Naciones Unidas. El tiempo de las políticas basadas en las ideologías se ha terminado. El siglo XX ha sido el siglo de los experimentos con el marxismo, el nazismo, el fascismo, el neoliberalismo... Hay que pasar a las políticas basadas en los datos y esta claro que necesitamos que nazcan más niños. Todos queremos disfrutar de una situación de bienestar y lo favorece un entorno de familia positivo, y más cuando uno es mayor. En Inglaterra, sin embargo, han tenido un grave problema de ancianos abandonados. Aunque muchos se escandalicen, hay que aprender de los musulmanes, que no disponen de asilos porque jamás abandonan a sus mayores.

Según datos de Ignacio Socias, habitualmente un 20% de las mujeres en nuestro país no tiene hijos; un 60% tiene alguno, "pero el problema es que el otro 20% que tenia muchos hijos ahora no los están teniendo". Asegura que habría que intentar que las que tienen uno tengan más, y las que tienen tres tengan seis o más. Pero, ¿cómo se consigue?
Con un modelo parecido al de Francia que lo que hace es respetar la libertad de los ciudadanos. Cuando respetas la libertad y no se presiona, las cosas funcionan. Si alguien tiene un enfermo en casa, el Estado francés reconoce que la atención tiene un valor y da un cheque a fin de mes que el ciudadano puede cobrar y vivir de eso o pagar a alguien para que atienda al mayor. Cuando se trata de una pareja que decide tener hijos, el Estado lo reconoce, —no con un cheque-bebé que no aumenta nada la natalidad como se demostró en España—. En Francia si una mujer se va a dedicar a sus hijos, el Estado le paga durante un tiempo a fin de mes un cheque para poder atenderlo o pagar a alguien para que lo haga. De este modo, Francia ha pasado de una natalidad como la nuestra a estar en el 2,1que es el nivel de reemplazo.
No hace falta forzar nada, pero si una campaña de información clara explicando la preocupante situación social. Cuando se respeta la libertad, nadie se puede quejar porque tiene la opción de elegir. No tiene sentido que el Estado no compense a una pareja que decide tener hijos y quiere educarlos, porque si otra pareja decide no tenerlos tendrá más dinero, vivirá más cómodamente, pero ¿qué ofrece a la sociedad para el futuro? Nada. Sin embargo, una pareja que al tener hijos aporta a la sociedad dos o tres contribuyentes para el futuro debe ser reconocida. En Francia si lo hacen.

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