El final de un sistema

Los últimos acontecimientos que está conociendo España y Europa nos llevan a una conclusión: esto es el final de un sistema que nació después de la II Guerra Mundial y que hemos venido en llamar Estado del Bienestar, y la democracia de partidos o partitocracia. Europa se ha ido forjando en su organización en base a una serie de premisas de funcionamiento: partidos políticos cerrados y comandados por una camarilla de líderes locales y regionales, un Estado providencialista que provee a sus ciudadanos de las menores necesidades a costa de su dinero y su libertad de forma que estos no son conscientes del expolio a su propiedad que estos mismos políticos hacen. Los ciudadanos llegan a creer, dentro del pensamiento único progre, que pagar impuestos es algo solidario ya que con ellos se financia la sanidad gratuita y universal o la Educación. En esas sumas ingentes de dinero para pagar algo que el ciudadano podría pagarse en el mercado (con unos impuestos razonables, claro), van incluyéndose diferentes dádivas a la clase dirigente: parlamentos nacionales, autonómicos/lander/regions/cantón, municipios, asesores, coches oficiales, tarjetas Visa-oro, mariscadas y demás. Pero no podemos dudar de que con nuestros impuestos estamos financiando sobre todo la Sanidad y la Educación de nuestros hijos (mientras ellos se cuidan en carísimas clínicas americanas pagadas con nuestros impuestos o llevan a sus hijos a los mejores colegios privados que también pagamos), y que, lógicamente, tenemos que mantener las instituciones democráticas.

El resultado: la ruina. La crisis económica que estamos viviendo está haciendo que afloren las, como diría un marxista, contradicciones del sistema. Como a finales del siglo XVIII, el pueblo tiene hambre, la gente no tiene trabajo y los impuestos suben sin cesar mientras las clases privilegiadas (políticos y artistas subvencionados) viven del trabajo de la clase media a la que siguen esquilmando. En 1789 esa situación terminó con una revolución y pasando por la guillotina a esa clase dominante.

Y algunos dirán que no estamos en la misma situación: lo estamos. Entonces María Antonieta respondía a la cuestión ''el pueblo no puede comprar pan'', con un 'pues que coman pasteles', y hoy no ha cambiado mucho la situación. Los eurodiputados acaban de negarse a reducir su tren de vida (viajes en Bussines, dietas gigantescas...) y aunque, tras la presión de los ciudadanos internautas, rectifiquen ahora, ya sabemos que no se sienten obligados por las leyes que ellos mismos nos obligan a cumplir. Mientras nosotros debemos reducir nuestros gastos, mientras debemos jubilarnos más tarde... ellos no se sienten obligados a ello. Los nobles y clérigos de los nuevos estamentos privilegiados siguen comiendo pasteles mientras el pueblo pide pan. Luego se sorprenderán cuando pasen cosas. En su mano está el cambiarlas.

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