Las tarimas y la autoridad
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Y es que ahí es donde está el problema, en la base que sustenta el ideario educoprogre. El niño va a la escuela a aprender, y el profesor a enseñar. No están en el mismo plano. Eso no quiere decir que el profesor pueda faltar al respeto a aquel al que debe enseñar, pero tampoco que ambos sean iguales. Son los mismos que defienden que los padres sean colegas de sus hijos, dejándolos, como bien indica el juez de menores de Granada, huérfanos porque amigos tienen y tendrán muchos, pero padre sólo uno. La escuela no crea ciudadanos, sino que debe enseñar y transmitir el saber. Pero cualquier transmisión del saber implicará también la transmisión de otros muchos valores que deben tenerse en cuenta. Pero no debemos olvidar el saber como punto esencial. Enseñar a un chico/a a respetar a los demás se aprende fundamentalmente en casa, en el ejemplo de sus padres, aunque la escuela coopere a ello. Pero aprender a escribir y a leer con propiedad, entendiendo lo que se escribe y se lee, sin faltas de ortografía, eso se aprende en la escuela. Y sin un profesor que esté revestido de la autoridad debida, esto es imposible. Desde luego, no será la ley la que dé al profesor la autoritas moral para desplegarla en la clase, pero ayudará. El día que el primer padre/madre que agreda a un profesor pase por el trullo, muchos se darán cuenta de que la cosa va en serio, de que no todo vale.
Y eso redundará en que tengamos chavales que respeten la ley y la autoridad, que defiendan sus principios llegado el caso pero con respeto y educación. No es difícil, aunque cuando uno pretende modelar las almas de los alumnos y no enseñarles e instruirles, cuando uno pretende sustituir a la familia por el Estado totalitario, cuando uno pretende ser dios, en ese caso lo mejor es educar imbéciles, y sobre socialistas. No sea que a alguno se le ocurra leer. Como dice un amigo mío, él no es marxista porque se le ocurrió leer a Marx... cosas de la educación antigua.
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