¿Qué hacemos ahora, señor juez?

Estos días, aparte de crisis económica, se ha hablado mucho de la sentencia que ha impuesto un juzgado sevillano a una madre de un hijo sordomudo por los hechos siguientes: iba la madre a llevar al niño al colegio, cuando éste se negaba a ir. La madre insistió al niño para que acudiera a sus obligaciones. El niño, ya enfadado, se quitó un zapato y lo lanzó contra la madre. Ésta, en respuesta, le propinó al pequeño émulo de periodista iraquí un bofetón y el niño, 'tiró pa'alante'. Al llegar a la escuela, el profesor del niño pregunta a éste por la marca, aún reciente, de la bofetada. Al enterarse de los hechos contados por el niño, la dirección del colegio procede a denunciar a la madre por malos tratos al niño. Si el esperpento aún no había sido suficiente, el juez del caso acepta la demanda y condena a la madre a 45 días de prisión y a una pena de alejamiento del menor. Imagino que el niño de poco más de 10 años no entenderá nada y porqué su madre no puede acercársele, aunque cuando lo sepa no sabemos si se asustara o aprovechara esta ventaja para hacer lo que le plazca con sus atribulados y desprotegidos padres.

Pero como la estupidez judicial siempre puede ser superada, en la semana siguiente, otro juez de Sevilla condenaba a los padres de una chica de 16 años que acumulaba cientos de ausencias a perder la patria potestad de ésta.

Si uno analiza las dos sentencias, vemos que es una auténtica locura, una ausencia de criterio educativo, un meterse donde nadie le llama a los jueces. Porque la autoridad de los padres no debe ser atacada por aquellos que también son responsables de educar (los profesores). Si mal está que los padres desautoricen al profesor delante de los hijos, ¿qué decir de un profesor que desautoriza a los padres, primeros educadores de un chico? ¿No hubiera sido más lógico que hubiesen llamado a los padres para informarse de los hechos? En el caso de la niña de Sevilla, ¿quien es responsable de que una cría de 16 años haga novillos? ¿Culpar a los padres mejorará la situación? ¿Pueden los padres obligar a la chica a ir a clase? Es simplemente de locos.

Desde los años setenta, venimos sufriendo una crisis de autoridad, nadie quiere ejercerla y a quien lo intenta se le tacha de casi todo: los padres tienen esa potestad y deben ejercerla, sin complejos, sin violencias, pero una bofetada no es exactamente lo que podemos denominar violencia. Si hasta el propio niño lo entiende. Siempre se representa a la Justicia como ciega, ¡pero no sabíamos que tanto!

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