¿Podemos fiarnos de ZP?

José Luis Rodríguez Zapatero es un táctico político en ejercicio. Desde luego que sabe lo que quiere lograr y pondrá los medios para ello: un régimen al estilo venezolano donde la oposición esté, de facto, fuera del sistema. Como buen enemigo de la tradición cristiana, de la que reniega a cada ocasión que puede, pretende expulsar de la vida pública la religión y su influencia en la conciencia moral de la sociedad. Para ello se valdrá de aquel aforismo, 'los enemigos de mi enemigo son mis amigos'. Así encaja perfectamente su unión con los antisistema varios, la izquierda más radical e incluso ETA. El objetivo es lograr una gran unión de las izquierdas al modelo guerracivilista que tanto añora.

No se ha movido nunca de ese objetivo desde que alcanzó la Secretaría General del Partido Socialista en el año 2000. Sus acciones en la oposición (Pretige, Guerra de Irak, 11-M, pacto antiterrorista mientras se negociaba ya con Eta, y un largo etcétera) y en el Gobierno (negociación con Eta, pseudo-matrimonio homosexual, cultura de la muerte, EpC, ley de libertad religiosa, etc.) siempre han buscado la misma meta: aislar a la derecha sociológica y proceder al cambio de la sociedad hacia postulados de lo políticamente correcto.

Esta premisa es importante para entender lo que está pasando y no permitir que la aparente placidez nos haga perder la memoria. Me refiero a la supuesta unidad ante el terrorismo y el consenso en materia antiterrorista que parece que tras los atentados corre como la pólvora por foros y medios de comunicación. Cualquier tipo de acuerdo político se basa en algo tan intangible pero tan real como es la confianza. Si no hay confianza, el acuerdo no es eficaz, ya que ninguno de los dos estará en condiciones de desarrollarlo. Y en este acuerdo hay dos actores fundamentales, no nos engañemos: Mariano Rajoy Brey y José Luis Rodríguez Zapatero. De lo que ellos nos digan se deducirá esa unidad de acción y de sus discursos por dónde irá la política en esa materia. El primero de ellos tiene una relevancia relativa por dos razones: la primera es que no gobierna y por tanto puede decir lo que quiera que serán brindis al sol y además, no sabemos si será finalmente el candidato del PP a la presidencia en 2012. El segundo miembro de esta ecuación es más importante: él dirige la política antiterrorista, dirige a las Fuerzas de Seguridad y es claro que salvo que la economía se le hunda tanto que sus propios barones le liquiden, será el candidato en 2012. Hay, por consiguiente, que analizar el grado de confianza que este miembro de la ecuación aporta a la misma. Y ahí viene el problema: los actos de ZP no permiten asegurar que la política antiterrorista no vaya a cambiar. Porque en la anterior legislatura, el Gobierno mantuvo una negociación con la banda terrorista cuando las evidencias demostraban que no era más que una treta para rearmarse, y para llevar a cabo esa negociación el Gobierno mintió, humilló a las víctimas, permitió que ETA volviera al Parlamento Vasco y a los Ayuntamientos. Y después del fracaso, no ha habido ni una sola muestra de algo parecido al arrepentimiento, al reconocimiento de un error (quizá comprensible, pero error). Más bien al contrario, el Gobierno ha cambiado completamente de posición, en un giro malabarista, pero ¿es sincero ese cambio? ¿obedece a un reconocimiento de errores o a un simple cambio táctico ante la imposibilidad de mantener la negociación? ¿Busca el Gobierno la derrota de ETA o un acuerdo futuro?

Permítasenos, al menos, que mantengamos la duda en el aire. Ya se sabe: por sus obras los conoceréis.

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