Dar las batallas ideológicas
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Y ante eso, los liberales-conservadores tenemos mucho que decir, no podemos rehuir la pelea por cálculo electoral o por cobardía. Si uno está convencido de que lo mejor para su país, de que la dignidad de las personas está en juego, e incluso algo tan valioso como la vida, no puede desaparecer sin defender con los argumentos a su alcance estas ideas. Y en este caso hablamos del derecho a la vida, del derecho de todos a nacer y a morir naturalmente sin doctores morín que nos saquen del vientre materno y nos trituren ni doctores montes que nos lancen hacia la otra vida sin contar con nuestro beneplácito. Y esto sale ya de la política para adentrarse en el mundo de lo moral, lo ético y los derechos humanos. Inhibirse ante estas discusiones, supone inhibirse ante lo más radical del ser humano. ¿Qué vamos a defender? ¿El libre mercado? ¿La libertad de empresa? ¿De quién? ¿Quién quedará para contarlo?
Además, en este caso, la superioridad moral de la vida con respecto a la muerte es clara. Veamos el ejemplo en las elecciones americanas, donde el derecho a la vida se ha convertido en uno de los asuntos estrella... ¡¡qué envidia me da el partido republicano!! ¡¡qué envidia de vitalidad democrática!!
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